La madre de un joven con diabetes tipo 1 relató que su hijo, de 18 años, rechazó el uso de un nuevo dispositivo de monitoreo continuo de glucosa y volvió al uso del glucómetro convencional con tirillas. El joven fue diagnosticado con esta enfermedad a los 10 años, cuando comenzó a perder peso de manera repentina y a sentirse constantemente cansado. El año pasado, un análisis de sangre reveló que su páncreas produce solo 0,03 unidades de insulina, es decir, no genera insulina de forma significativa.
“Desde el inicio del tratamiento con el dispositivo anterior y con el actual, que es de monitoreo continuo, hemos notado diferencias. Mi hijo ya tiene 18 años, pero hay niños más pequeños que tampoco pueden llevar el dispositivo al jardín o al colegio porque depende de un celular”, explicó la madre.
En su caso, la madre observó que los valores del dispositivo de monitoreo continuo no siempre coincidían con los del glucómetro, lo que resultaba en mediciones inexactas. “A veces el dispositivo marcaba hipoglucemia, pero al corroborarlo con el glucómetro los resultados no coincidían”, comentó.
Estas discrepancias fueron detectadas durante un control en Montevideo, cuando la hemoglobina glicosilada del joven subió tres puntos. “Allí descubrimos que el sensor no coincidía con los valores del glucómetro. Lo hablamos con los médicos y nos dijeron que es algo normal. Pero, en realidad, seguimos en la misma situación: tenemos que pincharlo para controlarlo”, añadió.
El adolescente también rechazó el nuevo dispositivo por su limitada durabilidad en actividades acuáticas y su sensibilidad a los movimientos. “Este dispositivo solo puede estar media hora en el agua, a una profundidad máxima de un metro. Es decir, no lo puede usar si va a la piscina o a la playa. Tiene ventajas, como brindar mucha información, pero no siempre se ajusta a la realidad de los valores”, explicó.
Conteo de carbohidratos
Durante su tratamiento en Montevideo, el joven aprendió a hacer el conteo de carbohidratos, que le permite calcular la cantidad de insulina que debe inyectarse según lo que consuma.
“A las dos horas de comer, vuelve a controlarse para ver si los niveles de glucosa están en línea con la cantidad de insulina administrada”, dijo su madre. Este tratamiento fue recomendado en Montevideo, ya que en Paysandú no se realiza. A los dos años de ser diagnosticado, el joven optó por continuar su tratamiento en la capital, a través de ASSE.
La madre también mencionó la falta de educación sobre diabetes en Paysandú, lo que la llevó a elegir la atención en la capital. “Aquí, en Paysandú, falta mucha educación. Mi hijo participa todos los años en los campamentos organizados por la Fundación Diabetes Uruguay”, comentó.
Control y seguimiento
El conteo de carbohidratos es considerado por la madre como el tratamiento más adecuado para su hijo, además de los controles regulares con glucómetro y tirillas. “El nuevo dispositivo requiere que la lectura se haga a través de un celular, pero no puede ser el de los padres. El adolescente tiene que llevar su propio dispositivo. Además, con el conteo de carbohidratos, mi hijo utiliza unas 250 tirillas al mes, ya que se controla más de cinco veces al día”, detalló.
El joven se controla dos horas después de cada comida y a las 3 de la mañana, ya que esa es la hora en que generalmente experimenta hipoglucemias nocturnas. Además, realiza otros controles de salud, como el cuidado de los pies con un podólogo y chequeos de vista y dentales una vez al año.
falta de acceso
Finalmente, la madre hizo hincapié en la limitación en el acceso a dispositivos médicos como los monitores continuos de glucosa y las bombas de insulina, que solo se otorgan hasta los 21 años, a pesar de que los pacientes con diabetes tipo 1 son dependientes de estos tratamientos por el resto de sus vidas.