Ha ido ganando terreno la idea de que hemos, la humanidad, perdido profundidad en el arte de la búsqueda de las mejores opciones para nuestro futuro. Que el individualismo les ha ganado espacio y sentido a las opciones de interés general, a las colectivas. Que todo corre en tiempo presente, y que para ello se ha diluido hasta huir del diccionario la palabra ahorro. Y todo provisional, fugaz, y radical de choque, sin análisis y sin matices.
Que nos ha ganado la concentración en manos de unos pocos en detrimento del desconcierto de los más. Que mentir y esconder la verdad ha dejado de dar vergüenza, y que se admira el arte de improvisar. Que se anhela la fugacidad de la fama, un bien incomprensible y perecedero, frente al desafío de comprender un poco de los que nos rodea. Que en un territorio de iguales, las diferencias son las de las virtudes y los esfuerzos.
Nada de eso es nuevo, sólo que ya tampoco hay héroes ni prohombres que nos lo digan, nos lo recuerden. Entre abril y mayo de 1815, desde Paraná y Santa Fé, José Artigas le escribía al gobernador de Corrientes, José de Silva, unas breves y firmes instrucciones, donde el Jefe de los Orientales marca la impronta de su pensamiento: “Es preciso borrar esos excesos de despotismo. Todo hombre es igual en presencia de la ley. Sus virtudes o delitos los hacen amigables u odiosos. Olvidemos esa maldita costumbre de que los engrandecimientos nacen de la cuna”.
Tesis y antítesis
Hegel nos puede auxiliar. La síntesis “tríada dialéctica se utiliza para hacer referencia a la materialización ontológica de la dialéctica en forma de una concepción de la realidad como proceso circular, proceso de desarrollo en tres momentos y movido por el principio de la contradicción”. Estos tres momentos, tríada, tienen que ver con las expresiones tesis, antítesis y síntesis. Precisamente, el método fichteano (Johann Gottlieb Fichte, 1762-1814) se sostiene en esos tres principios básicos señalados, que detallan “los tres momentos dialécticos sucesivos de posición del yo, negación del yo por un no-yo (es decir, absoluto) y síntesis entre la posición y la negación”.
Un paso más: Hegel lo incorpora en el prefacio de la Fenomenología del espíritu como una “triplicidad”, Triplizität, y en tanto tal la rechaza como un “monótono formalismo”. Y agrega: en la dialéctica hegeliana “se trata de lo abstracto, el ser en sí; lo negativo, el ser para sí; y lo concreto, el ser en sí y para sí”.
En la Miseria de la filosofía, en su capítulo segundo, Karl Marx define a la dialéctica hegeliana como “tesis-antítesis-síntesis”, o mejor aún, “afirmación-negación-negación de la negación”. Así, las llamadas “tres grandes leyes de la dialéctica” (es decir, la ley de la negación de la negación; la del paso de la cantidad a la cualidad; y la ley de la coincidencia de los opuestos) consolidadas por Engels en Dialéctica de la naturaleza y adicionalmente, asumidas por el materialismo de Lenin, seguramente en base a lectura propia de la lógica de Hegel, se encuentran, sin duda alguna, por igual más allá de los juegos dialécticos de Kant y de Fichte como de la entera filosofía hegeliana.
Qué herramientas para impulsarte…
En el desarrollo de líneas argumentales, a partir de las cuales sustentar fundamentos filosóficos y políticos, no hay que olvidar desde donde se posicionan esas miradas; si desde lo colectivo, es decir, desde el interés general, o si desde lo individual, desde la aventura egoísta de la concentración.
Para evitar el árido lenguaje de la filosofía, podemos apelar a la melodía y armonía de la canción, a Joan Manuel Serrat.
“Que el mundo es de peaje y experimental, que todo es desechable y provisional”, ya lo escribió Joan Manuel Serrat en abril de 1981. Y hoy, a más de cuatro décadas, se ha agudizado. “No hay otro tiempo que el que nos ha ‘tocao’, acláreles quién manda y quién es el ‘mandao’”… El sentido de los cambios va cargado de convergencia de intereses y organización. Y ello, es parte de lo que se ha diluido. Que ha tenido un muy mal marketing.
Da casi igual cómo el debate se nutre de argumentos para encontrar respuestas sencillas a problemas muy complejos, que ganan en el día a día la triste idea de que así, como van las cosas, no es posible ya articular una solución viable, o por lo menos, menos violenta y más benigna. Una mirada que incluya un espíritu más solidario, más comprensivo, y de cara al futuro. Porque también se trata de que “llegamos siempre tarde, donde nunca pasa nada”.
Ni aunque te elogie un bruto…
En Proverbios y Cantares, su autor, Antonio Machado, se nos adelantó muchas décadas para ayudarnos a comprender un fenómeno que ha atravesado el siglo y se ha agudizado. De Machado es válido decir que al apelar a su poesía “no sólo se encuentran las palabras de un poeta, sino algunos versos convertidos en sabiduría ciudadana”, ha escrito en el 2005 el también poeta español Luis García Montero, en El País de Madrid.
En 1912 escribió: “De diez cabezas, nueve/embisten y una piensa. /Nunca extrañéis que un bruto/se descuerne luchando por la idea”.
En 2024 podemos ver abundante publicidad de un candidato, ganador de una interna, que preguntado acerca de la “mejor historia partidaria”, remarcó, de su partido, no supo responder nada, ninguna. Fueron unas cinco preguntas suficientes para desnudar el desconocimiento.
Nunca mejor concluida esta cuarteta: “Nunca extrañéis que un bruto/se descuerne luchando por la idea”.
Volviendo…
Machado nos alienta a la confianza: “Hoy es siempre todavía”. Pero ya estamos en la era, nueva era, de la IA. La inteligencia artificial, IA, “es una tecnología que permite a ordenadores y máquinas simular la inteligencia humana y su capacidad para resolver problemas”. Puede, por sí sola o aliada a otras tecnologías realizar acciones/tareas que requerirían la inteligencia o intervención humana de manera particular.
Las aplicaciones sobre las que se dedica IA crecen geométricamente, aún sin resolverse cuestiones éticas y de responsabilidad legal como derechos de autor, por citar uno, que se vuelven especialmente importantes y de grandes sumas de dinero.
Ahora, muchas firmas desarrolladoras advierten, apenas ingresas a sus páginas acerca de este tema, la importancia de “fomentar una mayor transparencia en todo el ecosistema de datos”.
El objetivo de IA, dice IBM, es potenciar la inteligencia humana; así como los datos y la información pertenecen a quien los crea. Son afirmaciones contundentes que nos recuerdan que entre la realidad y las prácticas de uso corriente, en las tempestades anónimas de Internet, hay una distancia infinita. Es cierto, sí, que la tecnología debe ser transparente y explicable. Y no insustancial elevada a su máxima expresión. Ese debe tiene que estar contenido en un imperativo, una obligación. Y una “autoridad de competencia”. Mucha revisión por delante. Mucha tarea de valor por hacer. → Leer más