Solicitada

Una consulta al especialista, en el SNIS

5 de febrero. Pedí hora para un especialista.
20 de febrero a las 8 y 45 me fijaron la consulta. Me recetó control de presión por 24 horas con un medidor que llaman MAPA. Que fuera a la ventanilla 6 –estudios– y arreglara el día y hora en que debía pasar por ese aparato.
27 de febrero. Fui y me estamparon al dorso de la receta un sello que decía: “REGISTRADO – Lista de Estudios”. Así ingresé a una lista en espera de un aparato libre, indicándome que me iban a avisar cuándo sería ese día. Hubiese sido lógico que en esa instancia presencial ante las cajas, me hubieran cobrado el costo de ese servicio, si lo tenía.
1º de marzo. Llamé por teléfono para averiguar cómo podía ir averiguando por mi turno. Me indicaron llamar a la central y el interno.
5 de marzo. Llamé y me indicaron que fuera el 4 de abril a las 16 y 15 a colocarme ese controlador.
4 de abril. Llegué a “Centralizados”. La secretaria me indicó que eso se hacía al final del corredor de las salas de “Rayos X”. Fui y no encontré a nadie. Volví a la secretaria que muy solícitamente comenzó a averiguar para derivarme al lugar indicado. Finalmente luego de tres llamadas internas, me contestó que mi tratamiento no era donde me había dicho sino en el Sanatorio, pero como el plazo para pagar el tique había vencido 48 horas antes del 4 de abril sin que pagara, había perdido el turno y debía hacer todo de nuevo. Fui a donde había empezado el trámite y expliqué el caso. La cajera me dijo que ellos no daban los turnos, pero ante mi respetuosa insistencia, fue a consultar y me fijaron un nuevo turno para el 10 de mayo. Y en esta oportunidad SI me cobraron el tique. Quizás bien me pudieron cobrar el 27 de febrero cuando me ingresaron en la lista de estudio y no hubiera perdido ese turno difícil de conseguir porque, o hay muchos enfermos o pocos aparatos.
Conclusión: desde el 5 de febrero, andaba en la vuelta y el 10 de mayo –a los 94 días de iniciado el proceso– me hicieron el control… ¡y vi en la gráfica que me dio bien! Pero lógicamente debía volver al especialista a mostrarle el resultado para tener la palabra sobre el camino a seguir.
Y el especialista estaba de licencia. Situación entendible y medida saludable que se tienen que tomar anualmente (por ley y por la biología) y más en trabajos técnicos que requieren concentración y responsabilidad en la toma de decisiones vitales.
Resultado final: me dieron hora para el 28 de junio.
En todo esto la mutualista tiene cosas a mejorar. Porque, a) haberme cobrado aquel 27 de febrero, b) haberme avisado por teléfono el vencimiento del plazo de las 48 horas para ese pago y c) podían tener más aparato de modo que las esperas para el control, fueran breves.
Pero bien sabemos que todas las organizaciones con ansias de superación viven en permanente búsqueda de mejorar su gestión. Y estos detalles por supuesto con el tiempo se podrán ir mejorando. Hay material humano sensible para extremar esfuerzos en tal sentido.
Ahora bien, de todos estos casos controlables, y de otros verdaderamente graves, no debemos responsabilizar a la mutualista, que en pocos años hizo ponderables esfuerzos para dotarse de una infraestructura formidable.
Amplió sus dependencias pensando, en grandes números, en que llegaría a los 60.000 socios, 30 años después de terminadas.
No pasó ese tiempo y ya tiene esa cantidad de socios. Está colmada. No le dio el tiempo para adaptarse ipso facto a algo que proyectó que sucedería gradualmente.
Es evidente que los responsables finales de todas estas situaciones anómalas, son los gobiernos que idearon una Reforma de la Salud Pública y un Fonasa de resultados deplorables.
Todos llegamos a ilusionarnos con que aquello que se llamó “la madre de todas las reformas”, se iba a lograr la igualdad en la atención de los hospitales de Salud Pública, elevándolos a los mismos niveles de atención de las mutualistas. Para eso se le dotó a Salud Pública de presupuestos mucho mayores que antes: tuvo mucho más dinero. Pero en Salud Pública el deterioro y la desigualdad siguieron igual o peor. Por eso a nivel nacional, se le fueron corriendo más de 300.000 pacientes hacia las mutualistas, no obstante atender casi los mismos médicos en los dos lados. Y con más dinero y menos usuarios, no fueron capaces de lograr avances significativos en su nivel. Los usuarios fueron hacia donde los atendían mejor y se produjo la “invasión” de las mutualistas. Salud Pública al mucho más dinero que tuvo, sumó el dinero “ahorrado” en atender menos gente. Y así y todo, no mejoró.
Lo inexplicable es que se viva esta triste situación con la salud de la gente, justo dentro de los tres períodos de gobierno, donde en dos de ellos el Presidente de la República es un renombrado médico especialista muy exitoso económicamente en su profesión. Sobre todo cuando tras haber obtenido la Presidencia de la República, destituyó de sus cargos públicos a sus máximos competidores, los hermanos Leborgne y promovió e impuso su clínica particular. En medio de sus dos mandatos, otro presidente correligionario suyo nombró como ministro de Salud Pública al frenético contador Olesker, de arrebatados discursos ideológicos. Pero la salud se cura con conocimientos técnicos, dedicación, compenetración y sacrificio, no con cargos obtenidos por ideologías y cuotas partidarias. Y cuando volvió el eminente médico, todo siguió peor, porque al desquicio anterior, se sumó la corrupción desenfrenada. Allí apareció de cuerpo presente, en toda su magnitud, convicta y confesa, la impúdica conmistión en la gestión de ASSE, de contrataciones entre directores y sus empleados. ¡Tocaron fondo!

Ing. Ramón Appratto Lorenzo