Preocupación de peso

La paradójica situación de América Latina llevó al director general de la FAO, José Graziano da Silva, a urgir los gobiernos de la región a consolidar la lucha contra el hambre y a la vez, redoblar esfuerzos contra el sobrepeso y la obesidad, que afecta al 20 por ciento de los adultos de 24 países y cada vez más a las nuevas generaciones.
Afirmó que existe una epidemia global de sobrepeso y obesidad, que aumenta tanto en los países desarrollados como los países en desarrollo. “Erradicar el hambre no debe ser la única preocupación en una región en la que el sobrepeso afecta al 7 por ciento de los niños menores de cinco años y en la que el 20 por ciento de los adultos en 24 países son obesos”, aseguró.
En 2015 América Latina y el Caribe se convirtió en un ejemplo global al ser la primera región del mundo en cumplir las dos metas internacionales de reducción del hambre. Sin embargo, según el Panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe 2017, el número total de personas que sufre hambre en la región ha aumentado de 40 a 42,5 millones.
En este contexto, Uruguay es uno de los tres países del continente –junto con Cuba y Brasil– que está a punto de erradicar el hambre, dado que presenta una proporción de personas subalimentadas inferior al 2,5%. No obstante, al igual que en otros países de la región preocupa la mala alimentación y los problemas de obesidad, especialmente en la infancia.
En las últimas décadas, los cambios en el patrón alimenticio de la población han generado nuevos problemas de salud. Según los datos más recientes, en nuestro país la obesidad aumentó 8% en solo siete años, más de un 1% anual, y 12% el sobrepeso.
A nivel general, siete de cada diez uruguayos tienen sobrepeso y tres de cada diez, obesidad. Para tener una idea del impacto y dimensión del problema, basta decir que padecerlos aumenta notoriamente el riesgo de sufrir enfermedades crónicas no transmisibles, que son las que producen el 60% de las defunciones.
El aumento exponencial del consumo creciente de alimentos procesados (con alta densidad energética, alto contenido de grasas saturadas y ácidos grasos trans, alto contenido de sal y azúcares libres, así como un bajo contenido de fibras) unido a bajos niveles de actividad física en la población generan problemas de sobrepeso y obesidad y elevan, también exponencialmente, el riesgo de padecer un conjunto de enfermedades no transmisibles como diabetes, afecciones cardiovasculares, hipertensión y algunos tipos de cáncer.
Con este panorama preocupa especialmente la situación de los niños, entendiéndose que el principal problema en la primera infancia en el país es, justamente, el sobrepeso y la obesidad.
Al igual que la desnutrición, la obesidad y el sobrepeso son formas de malnutrición cuyas causas y consecuencias están estrechamente relacionadas con deficiencias del sistema alimentario. Una alimentación que no proporcione una cantidad suficiente de alimentos de calidad puede ocasionar tanto un crecimiento insuficiente como un exceso de peso. Por otra parte, un niño deficientemente desarrollado en sus primeros años de vida puede convertirse en un adolescente bajo pero con sobrepeso y, ulteriormente, desarrollar enfermedades crónicas en su vida adulta.
Las autoridades nacionales de la salud han manifestado públicamente la preocupación por este tema y el gobierno anunció una serie de medidas que forman parte de políticas asociadas a la alimentación tendientes a mejorar los indicadores de sobrepeso y obesidad de los uruguayos para reducir la incidencia de las enfermedades no transmisibles, lo que redundaría en una mejor calidad de vida para la población.
Entre las políticas asociadas a la alimentación que actualmente impulsa el gobierno se encuentra la regulación de grasas trans en alimentos, el etiquetado frontal de productos, promoción de lactancia materna y alimentación saludable en entornos educativos, medidas que se suman a una guía alimentaria ya disponible para la población.
Dicha guía propone bajar el consumo de productos ricos en sal, azúcar y grasa y fue confeccionada con la participación de diversas instituciones del Estado, la sociedad civil organizada y la academia con el fin de orientar a los consumidores hacia el desarrollo de una alimentación más saludable.
Por su parte, la asesora en nutrición del Ministerio de Salud Pública (MSP) Isabel Bove, recordó la reciente firma de un decreto que fija plazos a la industria alimentaria para la reducción de la cantidad de grasas trans en los alimentos que produce, pero aclaró que no es la única acción, dado que, si se tomara esa medida en forma aislada, el impacto sería muy limitado. Por eso, actualmente se trabaja en la promoción de entornos saludables en centros educativos, en un esfuerzo conjunto con los Consejos de Educación Inicial y Primaria, Secundaria y Técnico Profesional (UTU) con el objetivo de generar un cambio de prácticas alimenticias que se refleje en una oferta más saludable de las cantinas de los centros educativos.
Existen otras medidas definidas, como el etiquetado frontal de alimentos, en el que se viene trabajando –con cierta resistencia inicial de la industria–, para advertir al consumidor sobre los productos que tienen excesiva cantidad de sal, azúcar y grasa y, en otro orden, la acreditación de maternidades con buenas prácticas de alimentación y apoyo a la lactancia.
Más allá de estos esfuerzos oficiales, se requieren cambios culturales –tales como planificar las compras, consumir productos locales frescos que remplacen a los alimentos altamente procesados, privilegiar el momento de la comida, cocinar sano, sumar alimentos con valor nutricional como frutas y verduras– que implican una toma de conciencia y un esfuerzo que nos obliga a salir de nuestra zona de confort pero que ya no pueden seguir postergándose.
Una alimentación saludable es un elemento indispensable para la erradicación de todas las formas de malnutrición y para prevenir las enfermedades no transmisibles. El sobrepeso y la obesidad que se constata a simple vista y sin necesidad de ser epidemiólogo o leer los indicadores, debería ser motivo central de atención de padres y educadores para facilitar un cambio que nos lleve a la adopción de hábitos alimenticios más saludables como una meta deseable y necesaria para la calidad de vida de nuestros niños, niñas y adolescentes.