Creer o reventar

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el de Corea del Norte, Kim Jong-un, se dieron un histórico apretón de manos para acordar la desnuclearización de la península coreana y provocaron, en resumen, dos tipos de reacciones. Las positivas, por un lado, y las prudentes, por otro. Lo seguro es que se montó un circo mediático y unas expectativas que difícilmente puedan ser cumplidas en su totalidad.
Es que hubo toda una parafernalia detrás y unas declaraciones grandilocuentes, que no invitan a ser positivos en ese sentido. Muchos en estas cosas tienden a ser negativos per se. El presidente surcoreano, Moon Jae-in, celebró la cumbre como “un acontecimiento que puso fin a la Guerra Fría”, y rindió homenaje a los dos mandatarios por su “coraje y resolución”. Soldados norcoreanos desplegados en la zona desmilitarizada entre las dos coreas mostraron su entusiasmo por la inédita reunión celebrada el martes en Singapur entre su comandante en jefe, Kim Jong-un, y Trump.
En China, el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, fue consultado por la prensa al finalizar la cumbre, acerca de si su país se sentía marginado por el acercamiento entre Washington y Pionyang. “Se trata de un objetivo que esperábamos y por el que trabajamos”, dijo. El ministro evaluó la cumbre como “el comienzo de una nueva historia”. “Hoy, el hecho de que los principales dirigentes de los dos países se sienten juntos para negociaciones de igual a igual tiene un significado importante”, afirmó, y añadió que China brindaría su apoyo al acercamiento entre Corea del Norte y Estados Unidos.
El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, calificó la cumbre como “un importante hito” hacia la desnuclearización de la península de Corea. La Unión Europea también calificó el evento como un “paso crucial” que envía una “clara señal”, en miras a ese objetivo, indicó en una declaración la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, quien alabó también el papel de Corea del Sur.
Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, celebró la “histórica cumbre” y expresó su apoyo al objetivo de una península de Corea sin armas nucleares que “contribuirá a la seguridad de los aliados” de la Alianza, de sus “socios en la región y de toda la comunidad internacional”.
Por el contrario, la emoción no es compartida por Irán, que no se fía del mandatario estadounidense. Su gobierno advirtió a Corea del Norte que el presidente Trump puede “cancelar el acuerdo antes de regresar a casa”, tras la histórica cumbre de Singapur. “No sabemos con qué tipo de persona está negociando el líder norcoreano. No está claro que él (Trump) no vaya a cancelar el acuerdo antes de regresar a casa”, dijo el portavoz del gobierno iraní, Mohamad Baqer Nobajt.
Nobajt cuestionó la credibilidad de Trump un mes después de su decisión de retirar a Estados Unidos del acuerdo nuclear de 2015 alcanzado con el país persa y de volver a imponer sanciones contra Teherán, y afirmó que “en algunos países algunas personas han asumido cargos que no merecen”.
Pese a esa desconfianza, al finalizar la cumbre en Singapur, Trump anunció que podría fin a las maniobras conjuntas entre Estados Unidos y Corea del Sur, algo que pone los pelos de punta a Corea del Norte, que las observa como una amenaza para su país. Por cierto, estos dichos fuera de libreto tomaron por sorpresa al Pentágono, que desconocía esa jugada del presidente.
“Vamos a parar las maniobras militares, lo que nos ahorrará mucho dinero, salvo que comprobemos que las futuras negociaciones no transcurran como deberían”, dijo el mandatario estadounidense durante una conferencia de prensa en Singapur luego de su histórico encuentro con el líder norcoreano. Trump no dijo cuándo se concretará el cese de las maniobras y esa promesa, que modificaría por completo la postura militar estadounidense en la región, no figura en la declaración común firmada por los dos dirigentes.
Más allá de toda esta ampulosidad, no existen detalles concretos que alienten a que las cosas no sean como en el pasado. El acuerdo contempla cuatro puntos con fórmulas tan vagas como el “compromiso común a trabajar por la completa desnuclearización de la península” y otras declaraciones similares. No considera la entrega de un listado pormenorizado de las armas e instalaciones nucleares, ni la fiscalización del desarme por inspectores internacionales, ni un calendario con plazos concretos.
El solemne compromiso de Pionyang por su desnuclearización que Trump aireó como un logro histórico no es nuevo. Ya lo firmó en los dos acuerdos de las últimas décadas y lo reiteró en la declaración de Panmunjon de abril durante la cumbre intercoreana en la frontera. Entonces se disculpó la falta de detalles explicando que llegarían en la futura reunión con Trump. Algo que no han llegado tampoco en esta ocasión.
El acuerdo provocó la desolación de los expertos. Andrei Lankov, un experimentado analista sobre el asunto coreano, habló de un acuerdo de “valor prácticamente cero” y de “declaración casi sin sentido”. “Esperábamos que fuera un fiasco, pero es peor de lo que imaginábamos”, declaró en la publicación NKNews. La sensación es de oportunidad perdida. Además, para un proceso de desnuclearización es necesario mucho tiempo. En fin, lo que ha primado, sobre todo al parecer, ha sido el humo.