“A llorar al cuartito”

El problema de la asignación de escasos recursos en la Rendición de Cuentas no lo tendrá este gobierno. El 2018 contiene una pausa mundialista, donde todos estaremos entretenidos hasta el 28 de junio, mientras los sindicatos resuelven medidas y los sectores de la salud y la educación van a la huelga.
El 2019 será electoral y la campaña promete ser extensa y agresiva, por lo tanto, al problema lo recibirá el próximo gobierno que asuma el 1º de marzo de 2020. En conferencia de prensa, el ministro de Economía Danilo Astori anunció que el incremento presupuestal se financiará con un aumento de la recaudación y con utilidades del Banco República y aunque no tiene gasto cero, no hay incremento sin financiación. Es decir, de espacio fiscal cero.
El equipo económico del gobierno quiere cuidar los números del déficit fiscal que se mantienen porfiadamente en 3,7% del Producto Bruto Interno, sin posibilidades de bajar. No obstante, también debe reconocer que el mensaje hacia afuera debe tener un halo positivo, por eso dice que se mantendrán “las conquistas ganadas” desde 2005.
Los cálculos del gobierno aseguran que la economía uruguaya crecerá 3,3% el año próximo y 3% en 2020. Eso supone una recaudación impositiva de $1.750 millones en el último año del actual gobierno y $1.800 millones, a comienzos del siguiente. En referencia a las utilidades del BROU, anuncian $2.670 millones en 2019 y $2.920 millones en 2020 y, de acuerdo a la suma presentada por Astori, corresponden $4.420 millones para el próximo año y $4.720 para el siguiente.
Del gasto incremental de $4.700 millones, ya están comprometidos $1.700 millones y con los números sobre la mesa, es un hecho que no se alcanzará el 6% del PBI que reclaman los sindicatos de la educación y mucho menos el 1% para investigación. Un aspecto que estaba contenido en el programa de gobierno, con tendencia a cumplirse al final del período. Y ese final, llega en poco más de un año.
Dice también el gobierno, que con estos cálculos se permitirá bajar el déficit fiscal al 2,5% del PBI en 2020, sin embargo, se comprometen gastos a cuenta de ingresos que no van a recibir, el déficit fiscal aumentará por encima de los cálculos y la herencia que recibirá el próximo gobierno será realmente “maldita”, sino tienen un plan desde el mismo día de su asunción.
El problema –el gran problema– es que no caímos en la cuenta que la época de bonanza terminó hace al menos cuatro años y desde el 2005 se gastaba por encima de la recaudación. Aunque les resulte molesto a más de uno, el viento de cola con el precio histórico de las materias primas –las famosas commodities– le permitía a Uruguay acomodarse en una región demasiado cíclica.
Pero ¿qué hicimos en vez de cuidar la caja? Gastamos como nuevos ricos a cuenta de un futuro esperanzador que, creíamos, venía para quedarse. Lo curioso y hasta extraño, es que esos mismos que hoy miran a las cámaras con cara de circunstancia y apelan a la comprensión popular, integraron un período de gobierno anterior que dilapidó dineros públicos y enfocó la carga fiscal a los sectores medios de la sociedad, al tiempo que discutía mayores exoneraciones a inversiones multinacionales instalados en zonas francas.
Y es obvio que así no hay caja que aguante, porque hoy existen problemas coyunturales a raíz de esas “soluciones”. El desempleo o la precarización, consejos de salarios de difícil acuerdo y segmentos de la industria que avizoraban en aquel entonces que el problema se venía –como por ejemplo el sector lácteo– conformaban un escenario preparado para este desenlace de altos conflicto sindicales.
Pero el tiempo pasó inexorablemente y el déficit fiscal creció, a tal punto que el próximo gobierno recibirá un espacio más acotado que el que Mujica entregó a Vázquez. Por lo tanto, no es una Rendición “realista”, sino una consecuencia que se refleja de plano en números que nunca mienten. A pesar de las polémicas político-partidarias, la sequía sí incidió negativamente en las cuentas públicas y la pérdida de 48.000 puestos de trabajo desde 2014 impulsaron al alza los números negativos.
Esto, sumado a una región que no ayuda, porque el Mercosur –cada vez más en los papeles– da muestras de las incertidumbres que generan los grandes y el proteccionismo que se ejerce a nivel global, le quitan aire a una economía que depende de todo y de todos para subsistir. Aunque parezca que estos conceptos son repetidos y sabidos por todos, aún se debe esperar a que la fuerza política decida sobre la pertinencia (o no) de la firma de un acuerdo con Chile, que aunque no sea la resolución de nuestros problemas, se manifiesta como una lectura aperturista ante un partido de gobierno que le ha tenido pánico a la sigla TLC.
Por eso es que los cálculos del crecimiento siempre se instalan sobre tierras movedizas, y como muestra alcanza el gasto extremo que se realizó en la administración anterior, sin controles y a cuenta del crecimiento de la economía. Cuando eso no ocurrió, comenzaron las presiones para incrementar ese espacio fiscal con mayores cargas tributarias, aunque es obvio que ya no hay más espacio para tal medida.
Y con ello sobrevinieron las dificultades que repercutieron negativamente, además de la muy repetida frase que se sostiene desde el Pit Cnt y es que las variables de ajuste son los puestos de trabajo y a las crisis “siempre la pagan los trabajadores”.
Nunca mejor descripta esa realidad, como ahora. Pero no nos olvidemos que acá, en este problema, hubo mucha gente que se hizo la distraída mientras se gastaba sin control. Al tiempo que se dividía al país entre fachos y no fachos, entre la izquierda cool y sensible a los problemas de la gente contra la derecha horrible y se recordaba continuamente la crisis del 2002, sacándola de contexto porque servía, los recursos entraban por un lado y salían por el otro sin rendición alguna.
No cuidar la plata trae sus consecuencias. Así que ahora, “a llorar al cuartito”.