Ignoradas pero imprescindibles

No solo en Uruguay, sino en toda Latinoamérica se constata un creciente protagonismo de las mujeres en el mantenimiento socioeconómico y cultural de las comunidades rurales donde residen. No obstante, persisten notorias desigualdades entre mujeres y varones del medio rural.
Las estadísticas y diagnósticos producidos por diferentes organismos e instancias, como la Reunión Especializada en Agricultura Familiar del Mercosur, han mostrado evidencias de que las mujeres rurales acceden en menor medida a la tierra, a la asistencia técnica, a los espacios de participación y a los apoyos a la producción.
Los datos también demuestran que las mujeres rurales salen peor posicionadas que los hombres rurales o las mujeres urbanas, a causa de la discriminación y la falta de servicios y protección social, salarios más bajos, falta de oportunidades de ascenso y de ser oídas, entre otros.
En este sentido, los resultados de un diagnóstico participativo con mujeres rurales de todo el país iniciado a partir de 2015 y concretado por el Espacio de Diálogo Mujeres Rurales (integrado por referentes del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, Instituto Nacional de Mujeres – Mides, Instituto Nacional de Colonización, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Red de Grupos de Mujeres Rurales, Asociación de Mujeres Rurales del Uruguay, Ministerio de Salud Pública e Instituto Plan Agropecuario) evidencian que las mujeres rurales perciben los efectos de las desigualdades ya constatadas estadísticamente y se plantean como desafíos persistentes las inequidades en el acceso a los recursos productivos y al trabajo, a la información y las capacitaciones, a los procesos de participación, el pleno ejercicio del derecho a la salud y al ocio y el tiempo libre.
El Atlas de las Mujeres Rurales de América Latina y el Caribe de la FAO, presentado en 2017, presenta una radiografía en profundidad del estado de los derechos de las mujeres rurales, su seguridad alimentaria y nutricional, desarrollo económico y sus retos y oportunidades.
Según esta publicación y de acuerdo a datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en Uruguay el 20% de las explotaciones rurales tiene al frente una mujer, en tanto que la proporción de tareas no remuneradas que realiza una mujer rural es mayor a la de una mujer urbana, y mucho mayor que la de los hombres, sean urbanos o rurales.
No obstante, el estudio destaca en general que las mujeres juegan un rol fundamental en la transmisión del conocimiento, incluyendo la memoria histórica de los pueblos y los saberes técnicos como el manejo agroecológico, la selección de semillas, la reproducción de plantas y los usos medicinales de las hierbas.
En sintonía con el año por el empoderamiento de las mujeres y niñas rurales, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, a través de su Dirección General de Desarrollo Rural, y el Ministerio de Desarrollo Social, por medio del Instituto Nacional de las Mujeres, informaron recientemente de los resultados de la convocatoria Somos Mujeres Rurales, que aprobó 34 proyectos presentados por mujeres asignando un monto total de tres millones de pesos.
El destino de esos fondos –que suman tres millones de pesos y a los cuales se accede presentando proyectos concursables– es, de acuerdo a la convocatoria, para apuntalar el desarrollo sustentable y fortalecer las estrategias del Estado en pos de construir un Uruguay con inclusión social.
El apoyo será recibido directamente por más de 253 mujeres rurales mayores de 18 años y cada proyecto recibirá un monto mínimo de 20.000 pesos y un máximo de 100.000 pesos. La iniciativa convoca a que las mujeres juntas, en su grupo, colectivo u organización postulen una propuesta de producción o de participación ciudadana, con perspectiva de género.
En este sentido, para aspirar a la ayuda se debía presentar propuestas orientadas a contribuir a procesos de desarrollo rural sustentable, con inclusión social. Podían ser iniciativas centradas en experiencias de mujeres, de producción y servicios o de promoción de la participación, capacitación en derechos e incidencia de las mujeres en el territorio.
Este tipo de apoyos, aunque mínimos en algunos casos, tienen no obstante una gran importancia. Para algunas mujeres que viven en las condiciones y sufren diariamente el efecto de las inequidades antes señaladas, tener acceso a la posibilidad de desarrollar un proyecto grupal, comunitario, que apoye a otras personas y sirva al desarrollo del medio en que viven, resulta no solo la posibilidad de concretar cosas que son necesarias en su zona sino también una oportunidad inigualable de crecimiento personal.
La ejecución de cualquier proyecto comunitario involucra un gran aprendizaje relacionado con la capacidad de dialogar, de negociar y acordar intereses y de ponerse en el lugar del otro. Implica también quizá la única posibilidad que tienen muchas mujeres rurales de sentirse realmente útiles a su comunidad y reconocidas en su esfuerzo, condiciones básicas para su empoderamiento.
En paralelo, es necesario un abordaje integral de la situación que atraviesan, en el que participen tanto las instituciones estatales como la sociedad civil.
Asimismo, a la hora de planificar el diseño y ejecución de políticas públicas resulta importante tener conocimiento y atender el camino andado que se traduce en los documentos generados en espacios de participación de la sociedad civil, el Estado y las propias involucradas, como los generados por el Espacio de Diálogo Mujeres Rurales o los informes de organismos internacionales antes referido.
Son también insumos de gran importancia para los propios grupos y organizaciones rurales, extensionistas y técnicos de ámbitos nacionales y locales que podrán acceder en ellos a información de primera mano para orientar sus acciones.
De acuerdo a la FAO, en Uruguay el principal desafío está en reducir la desigualdad que generan las tareas no remuneradas, la necesidad de ver más mujeres al frente de explotaciones rurales, y que las mujeres rurales uruguayas puedan acceder, en igualdad de condiciones, a los recursos financieros, tecnológicos y de conocimiento.
Por eso es de justicia que la situación de las mujeres rurales, tantas veces ignoradas, pueda ser repensada a la luz de estos pequeños avances y de la escucha de la propia voz de las involucradas para generar y consolidar los cambios culturales necesarios y eliminar las barreras que dificultan o impiden una acceso equitativo a los recursos e instrumentos de desarrollo personal, familiar y colectivo.