Adiós a ETA

Debilitada por sucesivos golpes policiales y el rechazo mayoritario de la población vasca, el grupo terrorista separatista ETA anunció su renuncia a la lucha armada en 2011 y el año pasado inició el proceso de entrega de armas. En tanto, el jueves pasado anunció su desmantelamiento definitivo, cerrando así un negro capítulo de la historia de España. “ETA quiere informar al pueblo vasco del final de su trayectoria”, afirma la declaración final, a la que pone voz el veterano dirigente Josu Ternera, fugado desde 2002 y presunto responsable de un atentado que causó 11 muertos en 1987.
Fundada en 1959 bajo la dictadura de Francisco Franco, acusado de reprimir la cultura vasca, ETA mató al menos a 829 personas en cuatro décadas de violencia por la independencia del País Vasco y Navarra. Catalogada como terrorista por la Unión Europea, ETA asesinó en atentados con bomba o tiros en la nuca a políticos, policías, militares, juristas y civiles, y también recurrió a secuestros y extorsiones. Mientras, organizaciones de víctimas siguen exigiendo que ETA asuma sus responsabilidades criminales y ayude a esclarecer 358 asesinatos no dilucidados.
Las estadísticas oficiales consideran que la primera víctima de ETA fue una bebé de veintidós meses, Begoña Urroz, asesinada el 27 de junio de 1960 por la explosión de una bomba en la estación de tren de Amara en San Sebastián, aunque la banda terrorista nunca ha reconocido su autoría. ETA reconoce como su primer asesinato el del guardia civil José Antonio Pardines, que recibió cinco disparos el 7 de junio de 1968 en un control de tráfico cuando paró el coche en el que viajaban los etarras Txabi Echebarrieta e Iñaki Sarasketa y les pidió la documentación del vehículo.
ETA actuó por primera vez en Madrid el 20 de diciembre de 1973 y lo hizo con su atentado más espectacular: el asesinato del presidente del gobierno, el almirante Luis Carrero Blanco, con la colocación de una bomba que los etarras activaron al paso del vehículo oficial. El debate sobre ese cambio de estrategia en puertas de la muerte de Franco y cuál debía ser el futuro de la banda al morir el dictador tuvo como resultado la escisión de la banda en “milis” y “polis-milis”, partidarios los primeros de continuar la lucha armada y los segundos de priorizar la vía política. ETA siguió matando durante la transición y, de hecho, esos fueron sus años más sangrientos, los denominados “años de plomo”: 66 muertos en 1978; 76 en 1979; y 98 en 1980.
Los etarras, de cualquier modo, aseguran que seguirán luchando por la independencia de esas comunidades autónomas de España. En el plano político, el País Vasco cuenta con una minoría que sigue reclamando la independencia. La coalición separatista Bildu, segunda fuerza del Parlamento regional, obtuvo un 21% de votos en las regionales de 2016. Bildu y el partido nacionalista PNV de Urkullu reclaman que los alrededor de 300 presos de ETA que cumplen sus condenas en España y Francia sean acercados a sus familiares.
Durante los años de ETA, el Estado español también hizo su “guerra sucia” y al menos 62 personas del entorno independentista murieron a manos de grupos parapoliciales y de ultraderecha, según el informe Foronda de la Universidad del País Vasco. Aparte existen más de 4.100 denuncias por presuntas torturas policiales entre 1960 y 2014, según otro estudio del gobierno vasco. Estas víctimas piden reconocimiento.
Al mismo tiempo, en la actualidad entre 85 y 100 miembros de ETA siguen en fuga, según el Foro Social, una organización próxima a las familias de los presos. Entre ellos Ternera, el que envió la declaración final del grupo separatista.
Lo que se viene de aquí en más será mantener este estatus, de total postergación de ETA, y que no surjan movimientos afines ni tendencias violentas que pretendan rendirle honores a esos terroristas. Que en el fin de ETA “los derrotados no reescriban la historia”, como bien dijo Alfredo Pérez Rubalcaba, el vicepresidente del gobierno de España en la etapa del socialista José Luis Rodríguez Zapatero.
“El próximo mes de octubre se cumplirán siete años desde que ETA anunció el abandono definitivo de la violencia, del día en que la banda terrorista decidió reconocer su derrota, sin haber alcanzado ninguno de sus objetivos. Lo hizo porque no tenía otra salida: acosada por las fuerzas de seguridad y aislada social y políticamente, se vio obligada a poner fin a décadas de violencia y muerte. A partir de ese momento desapareció prácticamente de nuestras vidas. La sociedad española, y la sociedad vasca en particular, han olvidado el terrorismo de ETA con la rapidez explicable de quien desea pasar una página dramática de nuestra historia”, escribió Pérez Rubalcaba en la edición española de Esquire.
Frente a todo ese panorama regado de sangre por ETA, en Uruguay había –y hay– quienes simpatizaban con el grupo armado. Quedó claro en aquel lamentable suceso del hospital Filtro en agosto de 1994, en plena democracia, cuando se registró una represión policial a un grupo de manifestantes que querían impedir la extradición a España de dos etarras internados allí. El enfrentamiento terminó con una persona muerta y más de un centenar de heridos. Por este suceso y por aquel apoyo, entre los involucrados casi no ha existido autocrítica. De cualquier forma, lo que queda es este adiós a los terroristas de ETA. Que sea para siempre.