Heladería céntrica fue atacada por delincuentes por séptima vez

“Llevo siete ya”, dijo el propietario de Heladería Mamacita, Washington Bergalli, haciendo referencia a los hurtos y/o actos de vandalismo que ha sufrido en sus dos locales. Lamentablemente, agregó, “uno se va acostumbrado a estas cosas”.
Bergalli, más conocido por su apodo “Cabo”, relató a EL TELEGRAFO que los hechos, si bien han sido en el lapso de años, “se han intensificado en el último tiempo”. Sobre el último, indicó que ocurrió próximo a las 5 del domingo en la sucursal de avenida España y Cerrito. Pasó de la misma forma que las veces anteriores. “Rompen la vidriera, entran y roban la caja registradora. En realidad, esta vez se llevaron 180 pesos porque no se deja dinero, solo quedan unas monedas”, sostuvo.
En tanto, destacó el gasto al que debe hacerle frente en cada “visita” de los malvivientes. “Son como treinta mil pesos de gastos, porque rompieron un vidrio blindex de tres metros por tres, más el costo de la registradora que es de 14 mil y pico de pesos. Además tengo la cartelería impresa que estaba en ese vidrio, que también nos costó unos pesos, resultó dañada y ya no sirve más. Ahora también tenemos que gastar en volver a hacerlo. Todo eso para llevarse 180 pesos porque ellos no saben con qué se van a encontrar”, mencionó.
Para ingresar al local, rompieron el blindex con una baldosa entera “de vereda, de esas grises con cuadros”. “No le pegaron así nomás sino que supieron dónde, porque si le pegás en cualquier lado no se rompe así tan fácil. Saben donde cede más. Pero ahora ya pasó. Ahora voy a poner rejas”, manifestó resignándose.
“Los vecinos escucharon un ruido y pensaron que había sido un choque, porque el vidrio blindex cuando se rompe se escucha bien, o podría ser el automóvil de ellos que queda estacionado ahí. Salieron al balcón y vieron a dos que se iban en moto con la caja registradora abajo del brazo. Ellos llamaron a la Policía y me ubicaron”, contó.
Sobre los hechos, precisó que en cuatro ocasiones ha sido en el local de 18 de Julio e Independencia y tres en avenida España y Cerrito. “Han entrado incluso cuando están las chiquilinas trabajando. Nos han roto vidrios pero también han robado. Ellos (por los delincuentes) juegan con el factor sorpresa. Cuando uno se quiere dar cuenta de qué es lo que está pasando, ellos van corriendo cerca de la puerta con la caja registradora abajo del brazo. Hubo un año en que nos robaron en los dos locales y pensé que me estaban haciendo una broma cuando me llamaron las chiquilinas (empleadas) para avisarme. Son gurisas jóvenes que se asustan también y no es fácil estar en esa situación”, dijo Bergalli.
“Después del cuarto robo colocamos vidrios (sobre el mostrador) para evitar que sea tan fácil agarrar la caja desde el lado del cliente, pero los tipos no tienen ni un problema en atravesar el mostrador y agarrarla”.
Por su parte, recordó que en 2016 “entró uno armado pero no llegó a hacer nada. Un muchacho que estaba comprando se dio cuenta y se le plantó en la puerta y le hizo señas a la muchacha que atendía. Ella le preguntó qué quería y terminó asustándose y pidiendo medio litro de helado que llevó sin pagar. La gurisa en ese momento se lo dio para sacárselo de encima”.
De todos los robos, “nunca apareció nada ni hubo detenidos, nada”. “En el local de 18 de Julio tengo cinco cámaras y en uno de los robos se vio cuando entraron, que no se llevaron la registradora sino que la rompieron. Intentaron abrirla con un destornillador y a partir de ahí empecé a dejarla abierta con algunas monedas por si alguno entraba, para que no tuviera necesidad de romperla. Esa vez, hace como cinco años, la Policía miró las cámaras y comentaban ‘es fulano de tal por la muñequera blanca que tiene’. Pensé que lo irían a agarrar, quedaron en llamarme si avanzaban y nunca pasó nada más”, indicó Bergalli.