El Parlamento de 2018

Al nuevo presidente de la Cámara de Diputados, el nacionalista Jorge Gandini, le tocó asumir el cargo en un año preelectoral. Al tomar la titularidad de la cámara baja, realizó un discurso autocrítico, en el cual reconoció que “los cimientos invisibles de la verdadera labor legislativa están fuera de foco, no se ven, son el estudio de los temas, la búsqueda de acuerdos y consenso, el diálogo con la sociedad y la academia”.
Según Gandini, debe llevarse el debate a la gente con la disponibilidad de los audios y la ubicación a través de la red social Facebook. Finalmente, exhortó: “Trabajemos más, legislemos mejor, negociemos a toda hora, acordemos cada vez que sea posible. Venimos acá a resolver problemas. Esos son nuestros enemigos comunes. Cada uno desde su lugar y con lo suyo hagamos lo que venimos a hacer”.
Antes de asumir, había adoptado la primera medida de “austeridad” con la suspensión del brindis, cuyo presupuesto ascendía a $ 185.000 más IVA (en el entorno de los U$S 7.700) para unas 400 personas. Si bien –como él mismo lo reconoció– es un gasto que no mueve la aguja, era necesario brindar señales a una ciudadanía que reclama una mayor transparencia en los gastos.
Este hombre que hoy, 5 de marzo, cumple 60 años, pertenece a una interna que en los últimos años estuvo dividida en dos y que actualmente –bajo una tercera línea con la senadora Verónica Alonso– sale a rescatar los votos que han debilitado a Alianza Nacional. Para frenar esa embestida, Gandini lanzó “Por la Patria” que, con una lista al Senado, brindará su apoyo a Jorge Larrañaga e irá a la búsqueda de los frentistas desencantados, a pesar de la distancia que separa este sector de Todos Hacia Adelante, de Luis Lacalle Pou.
Sin embargo, al presidente de la cámara de representantes le gusta repetir que “siempre en el Partido Nacional ha ganado el candidato que no es favorito”.
Y eso ya ocurrió cuando el exintendente sanducero lideraba los sondeos en las internas, pero se impuso el expresidente Luis Lacalle y seguidamente, en 2009, su hijo el actual senador. Como la tendencia se repetirá, surgió la idea de crear “Juntos” y transformarse en un paraguas que sostenga al ala wilsonista, con la conformación de varios cabezas de lista que, además de Larrañaga, sostenga otros liderazgos con mayor llegada en Montevideo y el área metropolitana, como es el caso de Gandini, quien dejó de lado sus aspiraciones de ser intendente y no agotar sus fuerzas en un baluarte frenteamplista.
No obstante la contienda será dura y la exposición de Gandini es mayor, en tanto ya visitó el Interior en búsqueda de apoyo político. En este año, particularmente clave en definiciones partidarias y decisiones políticas, se deberá votar la última Rendición de Cuentas correspondiente a la administración Vázquez y las discusiones serán intensas por recursos, además de confrontaciones con sindicatos combativos que se instalarán en los consejos de salarios.
Y en esta área, Gandini tiene mucho material para exponer porque en la comisión de Presupuesto integrada con Hacienda, aseguró que las últimas rendiciones están “desfinanciadas”, con cuentas engañosas porque se financia un gasto que se incrementa para pagar acuerdos salariales adquiridos con los funcionarios judiciales, ANEP y Universidad. Y si no se financia un presupuesto, entonces aumenta el déficit, como ya ocurrió para ubicarse en 3,5% del PBI, de acuerdo con los últimos datos correspondientes a febrero. A pesar de estos asuntos que preocupan a los electores, hay que tener en cuenta que los legisladores están ya –ahora mismo– en campaña y la calidad legislativa, así como la cantidad de leyes aprobadas, tendrán una caída u ocurrirá lo mismo que el año pasado. En 2017, la mayoría estaba apurada por votar y votar iniciativas parlamentarias, sin preocuparse si había diálogos, acuerdos o negociaciones que echaban por tierra la constitucionalidad o no de lo que se aprobaba. Y eso significa escasos vínculos con la oposición y una virulencia que después quieren matizar con discursos pacifistas, porque ha sido más que evidente la preocupación por votar leyes que conllevan un discurso políticamente correcto y amigable con los lobbies ideológicos.
Y varios ejemplos hay en cuestión, como el proyecto oficialista que anula la eliminación de una persona del padrón electoral ante su ausencia en dos elecciones seguidas (contra el artículo 81 de la Constitución), con el único objetivo de instalar el voto en el exterior. O la iniciativa que establece un impuesto a retirados y pensionistas militares (contraria al artículo 67 de la Constitución), o la ley del paciente declarada inconstitucional por la Suprema Corte o algunos artículos de la denominada “Ley de Medios” y su aplicación parcial. Y así otras que la mayoría presiona para votar e igual consigue, de espaldas a la lógica o a la voluntad del soberano como la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad, incluyendo la tortura, cometidos durante la dictadura.
El desprecio continuo a las opiniones técnicas también habla de un Parlamento que trabaja bajo la improvisación y con las camisetas como únicas banderas porque la disciplina partidaria y lo que mandan las bases instaladas cómodamente en el bastión de la calle Colonia, no pueden ser más fuertes que la lógica. Y sin embargo, lo son. Por esas razones, se vienen tiempos de ferocidad política, donde la credibilidad ha sufrido mella hace tiempo y porque no se han cuidado las formas ni los comportamientos. Eso sí: han tenido las agallas suficientes como para ponerle el rostro a las noticias y, con cara de circunstancia, aparecerse en los medios de comunicación con discursos bizantinos.
Con este parlamento arrancamos el año legislativo 2018. Con la conciencia clara que solo legislarán con los ojos puestos en la pizarra electoral y con el desparpajo de desconocer la Constitución de la República, aunque después tengamos que bancarnos sus arengas “republicanas”.