Vaya clavo

Entre las desprolijidades del gobierno de José Mujica se encuentra el acuerdo con el gobierno de Estados Unidos de alojar como refugiados en el país a seis prisioneros de la cárcel de Guantánamo, recinto que pertenece al gigante del norte pero que se ubica en Cuba. Los exconvictos, todos originarios de países de Medio Oriente (cuatro sirios, un tunecino y un palestino), arribaron al aeropuerto internacional de Carrasco a fines de 2014. En mayo de 2016, nos enteramos –directamente de su promotor– que la movida tuvo razones comerciales, más que humanitarias o diplomáticas. “Para venderle unos kilos de naranja a Estados Unidos me tuve que bancar a seis locos de Guantánamo”, dijo entonces Mujica en una conferencia en Córdoba, Argentina.
La cuestión, no obstante, no pasa solo por expresos de Guantánamo sí, expresos de Guantánamo no. Si no por la forma en que se ha desarrollado todo y por la falta de procedimientos para conocer verdaderamente quiénes eran estos muchachos. Además de las prebendas que se les dan y de la carencia de controles. El punto queda muy claro con el sirio Jihad Diyab, que no para de dar noticias.
La Policía lo investiga por si tiene vínculos con el terrorismo islámico, según informó VTV noticias, luego de una denuncia que hizo un comerciante palestino en Rivera contra Diyab, que fue divulgada por el programa “Así nos va” de radio Carve. La denuncia indica que Diyab le confesó que pertenecía al Estado Islámico.
Además, de acuerdo a lo que afirma El Observador, el denunciante dijo que Diyab mantuvo contactos en Uruguay con un ciudadano de Ghana que llegó desde Brasil y que presuntamente pertenecería al grupo terrorista que según organismos internacionales está tratando de instalarse en América Latina.
Luego de que el comerciante denunciara a Diyab, este le hizo una denuncia por estafa, informó “Así nos va”, y dijo que el comerciante se quedó con 35.000 dólares de su propiedad, un dinero que cualquiera se preguntaría –en su calidad de ex preso y de refugiado– de dónde lo sacó.
El ciudadano sirio pasó unos 12 años detenido en la prisión que Estados Unidos tiene en suelo cubano, acusado de haber formado parte de distintas organizaciones terroristas en Medio Oriente como falsificador de documentos. Entre otras numerosas acusaciones que figuran en el texto, se incluye la sospecha de que fue parte de la agrupación terrorista Al Qaeda e integró el llamado Grupo Sirio, una organización compuesta por células terroristas que escaparon de las autoridades sirias y huyeron a Afganistán en el año 2000. Diyab fue evaluado como un activo “de alto riesgo porque es probable que implique una amenaza para los Estados Unidos”.
Precisamente en Siria fue condenado a muerte en ausencia por crímenes políticos que no fueron especificados. El reporte de Guantánamo consigna además las sospechas de que el detenido “fue parte de la red de soporte global jihadista (Global Jihad Support Network) como falsificador de documentos” para facilitar los viajes de sus miembros entre Europa, el Norte de África y Medio Oriente.
Desde que llegó a Uruguay, en diciembre de 2014, Diyab no ha parado de manifestar el malestar de encontrarse en nuestro país –quejas compartidas por los otros expresos de Guantánamo– y siempre que pudo salió de las fronteras aunque, claro está, nadie ha querido brindarle asilo. El anuncio del arreglo entre Mujica y Estados Unidos causó gran sorpresa –la ficha del resto de los presos no diferían mucho de la de Diyab, por más que no tuvieran condena–, ya que hasta ahora ni siquiera países considerados fuertes aliados de Washington se ofrecieron públicamente a recibir a los prisioneros de Guantánamo. La razones solo se encuentran en las inesperadas decisiones del exmandatario que, al principio, traía a colación razones humanitarias. “Luego de algunas gestiones contestamos que sí, porque hoy y siempre, con la excepción de los dolorosos años de la dictadura, el Uruguay ha sido un país de refugio y para nosotros esta es una cuestión de principio”, dijo Mujica por entonces. Luego, como queda dicho, las bases se encontraban en el ingreso de naranjas en suelo estadounidense.
Mujica hasta se enojó con los exprisioneros, por desagradecidos. En diálogo con La República, en abril de 2016, el ya senador por el MPP calificó su conducta –en más de una oportunidad cuestionaron a su administración por las condiciones de vida que se les ofreció en Montevideo– como “pésima” y “de una absoluta falta de solidaridad” con los que todavía permanecen en la cárcel.
“Si ellos hubieran cultivado otra imagen, hubieran facilitado que otros pudieran salir. Lo único que hicieron fue que tres o cuatro gobiernos de América Latina que estaban por tomar una medida parecida (a la de Uruguay) se retrajeran”, perjudicando a otros presos, que podrían haber corrido igual suerte. “Eso es propio del egoísmo contemporáneo”, reflexionó muy a su estilo.
Volviendo al asunto de Rivera, la fiscal de esa ciudad, Bettina Ramos, dijo a Carve que ella investiga la denuncia de estafa, pero que la denuncia sobre el vínculo de Diyab con el ISIS fue derivada a Montevideo. VTV informó que un celular, que según el comerciante le fue hurtado por Diyab, contenía mensajes en árabe que la fiscal de Rivera había pedido traducir. Se sabe en el mundo entero lo que significa el ISIS y toda la maldad que acarrea. Sería bueno cortar todo nexo, incluida la herencia de Mujica llamada Diyab, si es el caso.