Nuevo ministro, con pocas expectativas

En su discurso inaugural como ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech dijo “haré todo lo posible para que los productores se sienten a la mesa a conversar y encontrar soluciones”, a la vez de reafirmar la institucionalidad democrática de Uruguay y el uso del diálogo como herramienta de trabajo. En tanto, dejó en claro que continuarán las políticas diferenciales según la realidad de cada sector.
Expuso que “estamos ocupados y hemos trabajado junto con el presidente de la República, Tabaré Vázquez, en soluciones a las problemáticas planteadas, y ejemplo de ello es que recibimos a las gremiales el lunes 15 para entablar un diálogo”, en lo que puede evaluarse como un intento gubernamental de ponerse en mejor posición tras un alud de reclamos que se le vino encima sobre fin de año y principios de 2018 cuando se seguía insistiendo con el discurso oficial de que todo andaba bien en el Uruguay y con números macroeconómicos positivos.
De alguna manera la oleada de los productores autoconvocados sorprendió a un gobierno que insistía con el discurso autocomplaciente y centrado en la realidad montevideana, por lo que las respuestas primero fueron dubitativas, plenas de soberbia, para posteriormente cambiar hacia un discurso más moderado. No obstante, eso no fue impedimento para trasladar a los productores responsabilidades que evidentemente corresponden al gobierno, el cual nunca reconoció las dificultades que enfrenta en el agro, con serios problemas de rentabilidad.
Enzo Benech, en tanto funcionario de jerarquía en el MGAP, no llega al puesto con desconocimiento de causa ni mucho menos, sino que se supone que ha sido uno de los receptores y eventualmente filtros de este descontento, sobre todo en los últimos meses en que las cosas se han precipitado, más aún cuando era consciente de que su antecesor, Tabaré Aguerre, ya había presentado su renuncia y era inminente su alejamiento.
Benech en su discurso suscribió las palabras del presidente Vázquez y destacó las medidas anunciadas por el mandatario el lunes 15, como en el caso del sector lechero, donde se extendió por tres meses la rebaja del 15% en las tarifas de UTE. Acotó la rebaja del 8% del gasoil en junio del año pasado y explicó que la última suba fue diferenciada. También mencionó el fondo de garantía de endeudamiento del sector lechero, que se aumentará a seis años y se agregarán seis millones de dólares para alcanzar los 36 millones. Pero el secretario de Estado forma parte de un gobierno y es solo engranaje de una política económica que es a la vez expresión de una visión ideológica de la izquierda que durante más de una década ha dado muestras de soberbia, muy a tono con lo que dijo en un pasaje de su diálogo con los gremialistas rurales esta semana el presidente Tabaré Vázquez cuando expresó que uno de los problemas es la falta de “eficiencia” del sector arrocero. Soslayó que ese problema es precisamente el del Estado para el que prometió en su momento la “madre de todas las reformas”, que dejó solo en un anuncio, porque hacerlo involucraba comprometer la cantera de votos de los sectores que prioriza la izquierda y que sostiene con los ingresos provenientes de los sectores reales de la economía, entre los cuales los productores rurales ahora movilizados.
Los productores son todo lo eficientes que pueden ser, porque en ello les va la vida; es la base de su rentabilidad, que ahora no tienen, porque el Estado se lleva la parte del león y les aplica impuesto sobre impuesto y costos que los asfixian, como a todo empresario del país.
Ahora, las principales revindicaciones de los productores que se reunirán el 23 en Durazno para trasladar luego el documento al mandatario, incluyen como eje, reducir el atraso cambiario, rebaja en el costo de los combustibles, de la tarifa eléctrica y de la contribución inmobiliaria rural.
Todos estos aspectos implican “renuncias” para las arcas públicas difíciles de conceder, debido a que la plata ya está comprometida y no hay más de dónde rascar para evitar aumentar el déficit fiscal. El Estado impone estos valores gravosos, que ya son estructurales, porque necesita recaudar para poder funcionar y hacer frente a sus gastos y costos exacerbados, que durante la administración de los tres gobiernos de izquierda se ha multiplicado varias veces, por encima del incremento del Producto Bruto Interno.
Es así que ninguna de las reivindicaciones –absolutamente de recibo y necesarias– podrá ser atendida sin un costo fiscal, porque los gastos fijos ya son estructurales en gran medida y tienen mucho que ver con clientelismo político.
Es decir, aunque el gobierno tuviera la voluntad de atender las demandas, algunos de esos cambios requerirían transformaciones estructurales de largo plazo y hasta consecuencias traumáticas sobre la inflación y parámetros de la economía, que pondrían en la cuerda floja la estabilidad artificial en la que nos encontramos, y que está dando muestras de ser insostenible.
Es cierto, los analistas evalúan que el tipo de cambio real está en mínimos históricos en los últimos 17 años, solo superado por la cotización de fines de 2001, en plena crisis económica y financiera del país, pero a la vez debe tenerse en cuenta que el dólar está cayendo en forma global y que Uruguay es de los países en los que menos ha caído el valor en los últimos meses.
Ahora, ¿como los otros países sí son eficientes y compiten ventajosamente con este esquema de dólar bajo? Muy fácil: han acomodado los costos internos, las piezas de su economía, en función de que los insumos representen menos valor en dólares y ello se traduzca en la ecuación final del precio de sus productos, en tanto en Uruguay los elevados costos, rigidez laboral y cargas de todo tipo se traducen en más dólares en el precio final.
Por ello, las respuestas que ahora pueda intentar el gobierno para atender total o parcialmente alguna demanda solo será un “parche”, sin el componente estructural de fondo, solo para superar el trance y acallar protestas; absolutamente justificadas, pero que cesarán porque el productor no puede desatender su trabajo y salir a cada rato a las rutas para hacerse escuchar.