Internas calientes

En Uruguay existe una sobrevaloración de algunas figuras políticas que después se deben soportar en eternas campañas partidarias ante su exposición continua en los medios de comunicación, con frases más o menos hechas que resultan siempre efectivas y alientan a una respuesta. Son los mismos referentes a quienes les gusta calentar las internas y luego de manejar altos discursos y crear falsas expectativas, limitadas por la biología o la ley, se vuelven a sus casas con la tranquilidad de que sus palabras conformarán una parte de los titulares en los informativos al día siguiente. Y con la satisfacción del deber cumplido, arremeterán nuevamente otro día, aunque la ciudadanía reclame por los temas que le preocupan, que ciertamente no pasan por las candidaturas porque 2018 no es –aún– año electoral.
Sin embargo, deberán decidir y la preocupación está en el “recambio” y la “renovación”: dos palabras que resultan traicioneras al momento de posicionarse frente a un electorado que ve a las mismas personas desde hace años, algunos en el gobierno y otros desde una oposición que poco satisface.
Porque en este período ocurrió “casi” todo lo imaginable, con una fuerza política que perdió su mayoría y ha tenido legisladores “rebeldes”, con la renuncia del ex vicepresidente de la República, Raúl Sendic, acusado y acosado por investigaciones sobre el uso de las tarjetas corporativas y los dineros del Estado, que iniciaron periodistas y publicaciones periodísticas, en tanto los que sabían simplemente la dejaron pasar. También estuvo cruzado por un continuo y constante ataque a los medios de comunicación y la oposición, a los que culpó de “menoscabar la imagen y credibilidad, tanto de integrantes de nuestro gobierno como así también debilitar la institucionalidad democrática del país”.
Pavada de declaración en momentos en que se revelaba el misterio del “Licenciado en Genética Humana”, o con los esbirros que utilizan constantemente las redes sociales para ejercer un terrorismo verbal que comienza con acusaciones de todo tipo para finalizar en el redundante adjetivo de “facho”, solo por pensar distinto fundamentalmente así sea en temas políticos, de género, discapacidad, minoridad o derechos de los animales.
La interna nacionalista resolverá si presenta una propuesta relevante con una candidatura fuerte hacia 2019 o varias que se discriminen en las elecciones internas, antes de acordar con otros partidos o sectores. El líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, ha sufrido reveses y la política no perdona, porque habrá que aprender que el eje de esta ciencia está desbalanceado.
En todo caso, cada vez se observan mayores perfilismos que no ayudan a un trabajo colectivo y ya ha dejado de ser el lugar donde se asienta el bien común. En medio de esta realidad, Luis Lacalle Pou adquiere fuerza y favoritismo para ajustarse a la imagen de un candidato que parece cantado, antes de cualquier interna.
En el oficialismo, la trilogía que gobierna desde hace 13 años conformada por Vázquez, Astori y Mujica aparenta destinada a desaparecer a fuerza del destino y a erigir nuevas figuras que no se vislumbran aún en el horizonte, con la excepción del intendente de Montevideo, Daniel Martínez, a quien ya conocemos por su desempeño y gestión al frente del directorio de Ancap y la propia comuna capitalina.
Es difícil dejar los espacios de poder y de ese mal adolecen los gobernantes desde los principios de la Humanidad, porque aunque quede un último aliento igualmente se sienten llamados a continuar hasta que expirar sea un simple acto burocrático.
Como sea, es ampliamente notorio que a las principales fuerzas con chances de acceder al gobierno les falta debate interno, restañar viejas heridas y salir juntos con un discurso unívoco, que desplace cualquier duda sobre los excesos de protagonismos de algunos referentes, porque después –en caso de acceder al gobierno– deberán consensuar y lo que no se pudo hacer antes, cuando había tiempo de discusión, lo dirimirán frente a los medios de comunicación. Y para muestra, sobran botones que presentan a gritos las diferencias no resueltas ni discutidas en los ámbitos adecuados, no obstante, cuesta entender que el ciudadano elegirá con el pensamiento puesto en su bolsillo. Porque los fanatismos no conducen, sino que toman los temas a rastras y lo ubican en su lugar de conveniencia para mantener más o menos entretenidos a las tribunas y por eso, los enfoques legislativos han ido para cualquier lado, sin un rumbo de prioridades. En todo caso hubo agendas variadas en importancia, sin embargo, pudo observarse que las preferencias se modificaron conforme se observaba lo que ocurría en la calle y cedían ante la presión de los colectivos minoritarios.
Y así se cerró el año, con el ojo puesto en las iniciativas que se votaban. Algunas se promulgaron con una premura y apuro propio de quienes votan para sus “amigos ideológicos”, al tiempo que mantenían una ilógica argumentativa en otros asuntos de mayor importancia.
Porque la ofensiva ideológica que presentan para posicionar algunos asuntos, como la ley integral de violencia de género o la reforma de la caja militar, es preocupante por la misma razón argumentativa que la fuerza política del gobierno, emitió un comunicado en 2016 donde acusaba a la oposición y a los medios para protegerse de los ataques contra la institucionalidad democrática. Es que no han dado cátedra en ser reflexivos, sino todo lo contrario. Manejan en forma continua un alto lenguaje violento, en ocasiones soez, casi siempre irónico y absolutamente intolerante que no responde a esas tradiciones que alientan a defender.
Por eso, el período que se viene será difícil para quienes miran las pantallas, leen diarios, publicaciones on line o escuchan declaraciones en los medios, en tanto las internas de los partidos se encuentran anquilosadas en palabras viejas y mensajes pasajeros, cuando en el mundo todo se genera con mayores dinamismos y sin tanto aspaviento.