El verdadero día “D”

Al presidente Tabaré Vázquez le faltó espalda y cintura política para detener con negociaciones y mejor diálogo la movilización que los distintos sectores de la producción realizaron en el predio de la Sociedad Rural de Durazno en la tarde de ayer. Y de paso contribuía a cerrar la boca de varios de sus dirigentes que bajo la revolución tuitera o facebookera, sentados cómodamente desde sus escritorios con aire acondicionado o desde algún balneario la emprendían contra quienes ya no piensan igual, nunca pensaron igual que ellos o, de hecho, ni siquiera los votaron.
Pero no. Prefirió dejar que se profundizara la brecha preexistente entre “ricos y pobres”, “buenos y malos”, “progres y fachos”, “rosaditos y frenteamplistas” antes que sentarse a conversar, proponer una pausa por el receso veraniego y parlamentario, antes de retomar nuevos caminos a mediados de enero. No recibieron a las gremiales ni Vázquez ni el entonces ministro de Ganadería, Tabaré Aguerre, quien ya había presentado su renuncia y nadie lo sabía. O sí, pero mejor era esperar a que pasaran los días, sin contar que tras el día se venía la noche y a esa altura, lo único que podía hacer Aguerre era avisar que se venía un “malón” que empezaba a gestarse en Paysandú. Entonces, el presidente decidió recibirlos.
Alcanzó una primera reunión y la convocatoria a futuras movilizaciones para que se inauguraran los fuegos de artificio, que en algunos casos ya era munición pesada con insultos varios, incluso en el Facebook de EL TELEGRAFO, donde la tarea de informar acerca de este movimiento es la misma que se realiza con otras organizaciones sociales afines al gobierno de turno, con marchas incluidas que han sido foto de las portadas en reiteradas ocasiones. Y así se continuará porque lo mandatan 118 años de historia.
Pero esto parece difícil de entenderse y aunque no sea obligación de un medio de comunicación explicar lo que hace todos los días, es justo salir al cruce de quienes embisten con visiones intolerantes en un territorio que ha sido gobernado por todos los colores y regímenes, y por esa misma razón se precia de ser una república de hombres libres.
Y así como existen intolerantes, también están los oportunistas. Pero ambos existieron siempre: en la movilización de ayer, en la que rodeó al Palacio Legislativo en abril de 1999 con más de 10.000 personas en el segundo gobierno de Sanguinetti fogoneada por los líderes de la izquierda de entonces junto a la central de trabajadores y la última, efectuada en abril de 2002, encabezada por la Federación Rural que entonces presidía Gonzalo Gaggero y secundado por el actual diputado Alfredo Fratti, también apoyada por el Frente Amplio, el Pit Cnt y el Partido Nacional. Una crisis que le cambió la vida a muchos uruguayos para mal, pero a otros –como los ya nombrados– les sirvió para cambiar de bando, proyectarse políticamente y arreglar sus propias deudas. Cosas que no todos los productores endeudados pudieron hacer.
Entonces ahora, como la historia se repite, el pensamiento se transforma de la peor manera y se prefiere arremeter contra quien piense distinto, aventando fantasmas que ya nadie teme e instalando una atmósfera que trae los peores recuerdos de épocas pasadas. Incluso pareciera que se perfeccionaran en las técnicas de ventilar cucos con frases pendencieras que flaco favor le hacen a la investidura que representan.
Porque la tolerancia es una clase a la que debe asistirse todos los días, para que después no se rasgen las vestiduras al hablar contra la violencia instalada en la sociedad, que cada día más proviene de una clase dirigente desmemoriada de quién los colocó en esos lugares. Ni la ironía queda bien parada, en tanto es un recurso que necesariamente debe manejarse con inteligencia para que surta su efecto y no resulte en ofensas, que por estas horas ya son reiteradas.
Igualmente desde legisladores y legisladoras que deberán comprender que en una democracia representan a todos los ciudadanos y no únicamente a quienes los votaron. Porque desconocer que en este grupo de movilizados también se encuentra un sector que en 2014 hizo la diferencia para que volviera a ganar el Frente Amplio con mayoría propia, es un nuevo acto de soberbia al que ya nos tienen acostumbrados.
Ahora que se conocen los reclamos de diversos sectores y no solo el agropecuario, lo preocupante es saber qué pasará el día después. Ese será el verdadero día “D” y no las descalificaciones a una movilización, que por estas horas ponen a prueba la paciencia de cualquier asceta porque las demandas no parten de planteos descabellados, ni del desconocimiento de la realidad regional y global, ni mucho menos el desempeño del exministro, cuya gestión resaltó uno de los oradores.
Por eso el gobierno y sus acólitos no deben estar a la defensiva, como nunca lo estuvieron en los últimos 13 años porque ni la crisis política que atravesaron con el exvicepresidente Raúl Sendic los puso con las garras fuera.
Y es justo reconocer también que es la primera vez en más de una década que se registra una movilización de estas características hacia un gobierno progresista. Por eso, tampoco, deben ponerse en estado de exaltación quienes aseguran que esta convocatoria se enmarca en una “ofensiva neoliberal de América” porque sería pretencioso amedrentar a unas 40.000 personas que decidieron manifestarse bajo el libre juego de la democracia. Si así fuera, entonces deberíamos calificar de igual modo a los sindicatos cuando resuelven paros y dejan a pie a otros trabajadores, o sin gas, o a usuarios que deben concurrir nuevamente a una oficina bancaria o un ente al día siguiente por encontrarse de paro. Si ellos ejercen “un derecho fundamental”, entonces que el derecho sea para todos.
“Para mí nada más lisonjero que los pueblos expresen su voluntad”, escribió el general José Artigas, en una carta dirigida al Cabildo de Santa Fe, en 1819. Y nadie debe estar por encima de ese pensamiento, ni siquiera el gobierno de turno.