La polémica del etiquetado

Dispuesto a promover hábitos más saludables desde el gobierno nacional se decidió avanzar en el rotulado de los productos, lo cual implicó la definición de los límites de azúcar, sal y grasas. Para ello, se tomaron patrones internacionales con alta evidencia científica, como el perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
El presidente Tabaré Vázquez apoya fuertemente la iniciativa –aplaudida por la Organización Panamericana de la Salud–, que viene siendo estudiada por el Ministerio de Salud Pública desde 2015 y que establecerá etiquetas diseñadas en blanco y negro que distinguirán los productos altos en grasas, sales y azúcares, con más calorías y bajo valor nutricional.
De acuerdo a lo informado por el MSP, el proceso de trabajo en el tema rotulado comenzó en 2016, cuando el MSP convocó a un grupo de trabajo compuesto por todos los ministerios, la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular, la Universidad de la República, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y OPS. Esto derivó en la realización de una serie de estudios cuantitativos y cualitativos.
Luego del intercambio, el grupo entendió necesario desalentar el consumo de productos no saludables e informar de forma sencilla sobre los componentes. Dado que existían aspectos muy técnicos para establecer los límites de exceso, se decidió ir por la vía del decreto en la órbita de Presidencia.
El anuncio trajo revuelo y oposición entre el sector industrial alimenticio y las cámaras empresariales que denuncian que no han tenido participación suficiente en el estudio de la implementación de la medida y que la misma traerá desempleo al sector. A esto se suma la solicitud de discusión parlamentaria.
Uruguay se suma así a una discusión de importancia que se ha dado fundamentalmente en los países desarrollados, vinculada a la mejora de la calidad de vida y el derecho de los consumidores a una información sencilla, clara y veraz, pero que también involucra grandes intereses económicos.
La necesidad de lograr un sistema de etiquetado frontal de alimentos envasados que brinde información clara y sencilla, la educación al consumidor sobre el contenido nutricional de los alimentos que consume y los perfiles de nutrientes usados como parámetros para el etiquetado frontal y su impacto sobre la salud pública, fueron ejes de debate en el 21° Congreso Internacional de Nutrición, en el que expertos se reunieron en octubre pasado para intercambiar diferentes experiencias existentes a nivel mundial.
La conclusión es que existen 95 modelos diferentes de perfiles de nutrientes. Solo por citar algunos ejemplos, el Reino Unido tiene un sistema de aplicación voluntaria de etiquetado estilo semáforo; Australia y Nueva Zelanda también aplican en forma voluntaria un sistema de gradación con estrellas; los países Nórdicos con su ojo de cerradura; y –más cerca nuestro– Chile utiliza un sello de advertencia negro octogonal implementado de forma obligatoria en junio de 2016.
Si bien en América Latina estos sistemas recién se empezaron a utilizar en 2015, es la región donde más rápido se está avanzando. Actualmente coexisten 14 sistemas de etiquetado latinoamericanos: siete de ellos obligatorios, cuatro con etiquetado frontal (México, Chile, Ecuador y Bolivia) y tres que establecen los parámetros de promoción de alimentos saludables en las escuelas (Argentina, Uruguay y Costa Rica).
El modelo chileno es el que adoptará Uruguay y se basa en la implementación de etiquetado frontal, con sellos octogonales negros que indican al consumidor cuando el producto tiene alto contenido en sodio, azúcar o grasas saturadas y de calorías.
Para el gobierno del presidente Vázquez, el decreto es una prioridad y un “objetivo sanitario”. Por su parte, el sector industrial se puso en alerta con el apoyo de parte del sistema político, reclamando no haber tenido oportunidades reales de participación en la iniciativa. Argumentan también que de aprobarse una normativa de este tipo, se violaría el Código Bromatológico Nacional y que el sistema de etiquetado propuesto no estaría armonizado con normativas vigentes de los socios del Mercosur.
Sostienen además que de adoptarse un sistema diferente al que finalmente tenga el Mercosur –cabe señalar que Argentina y Brasil no tienen sistema de etiquetado– tendrán problemas en el packaging (embalaje) para importar y exportar, pronunciándose a favor de un sistema policromático tipo “semáforo” similar al existente en Inglaterra.
La polémica por el etiquetado no es un asunto autóctono y es el reflejo de la existente en otros lugares del mundo donde se ha impuesto este tipo de sistemas. Sin ir más lejos, agricultores y cooperativas de la Unión Europea manifestaron su oposición a una iniciativa conjunta de etiquetado nutricional de los alimentos en base a colores tipo “semáforo” por parte de 6 importantes multinacionales –Coca Cola, Pepsi, Unilever, Nestlé, Mondelez y Mars– argumentando que se corre el riesgo de engañar los consumidores y no garantizar una dieta sana, nutritiva y equilibrada.
Más allá de la polémica y el conflicto de intereses, la justificación de la innovación en los envases de los alimentos es clara e inobjetable: el aumento de la obesidad y otros problemas de salud en la población uruguaya y, por otra parte, la necesidad de otorgar mayor información al consumidor respecto a lo que come.
Las enfermedades crónicas no transmisibles son un problema grave en nuestro país y constituyen la primera causa de muerte entre los ciudadanos de entre 30 y 69 años y que tienen una incidencia del 60% en el desarrollo de otras patologías. El impacto sobre las nuevas generaciones no está adecuadamente estudiado aún, pero los primeros datos son realmente preocupantes. En este sentido, cabe recordar el estudio presentado principios de este año por el MSP –realizado por la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular y UCM– sobre escolares de Montevideo de entre 10 y 13 años, el cual reveló que el 15% tiene cifras alteradas de presión arterial y el 40% padece sobrepeso u obesidad.
El impacto futuro de estos problemas en nuestra población en un escenario de deterioro de las prácticas de alimentación saludables y una amplia oferta de alimentos ultraprocesados, es preocupante. Poner el problema sobre la mesa y buscar soluciones reales basadas en la concientización de la población y la posibilidad de contar con mayor información sobre lo que se come y que esté claramente visible y entendible no sólo es una necesidad sino un derecho de las personas. Es además, una tendencia regional y mundial en las reglas de juego de los países y el comercio, por lo que habrá que encontrar la mejor manera de hacerlo.