Se va el Año Cannabis, llega 2018 ¡Bienvenido!

En esta historia de vivir atendiendo los asuntos cotidianos el año se ha hecho viejo (no hay modo mejor de hacerlo), uno nuevo espera por “las doce irreparables campanadas”, al decir de José Luis Borges para apropiarse del presente, tutor de nuestros sueños, esperanzas y anhelos.
En medio del brindis, de los abrazos, los saludos, los augurios, es decir al llegar el 1º de enero, las naftas costarán 9,8% más, el gas 15% más, Antel y OSE 6,5% y la energía eléctrica (que iba a reducir la tarifa pero que no) 3,2%. Y si fuma, cada pitada le costará 12% más cara, por eso que el gobierno denomina “política antitabaco”. Probablemente quizás tenga una campaña similar contra la obesidad y por eso los alimentos cuestan cada vez más y más.
Por supuesto, no se trata solamente de despotricar contra el aumento en las tarifas públicas. Vamos, que no serán las únicas, porque la industria y el comercio trasladarán esto “minúsculos” aumentos en sus costos al consumidor final, por lo que además de gastar más en los servicios públicos, habrá que poner unos pesos extra si queremos seguir viviendo al menos al mismo nivel que hasta hoy.
No queda otro remedio que en este día final del año recordemos los hechos más salientes vividos, aquellos que gustosos volveríamos a repetir, aquellos que ni ser recordados merecen. Es cierto, se puede decir que siguen preocupando –con mayor énfasis cada año– la pérdida de seguridad pública, educación, salud e inversión nacional. Por otro lado aumenta el endeudamiento con el extranjero. Eso son, ciertamente, los grandes temas sin resolver.
Pero más allá de eso, 2017 se recordará como el Año Cannabis, el momento en la historia en que el gobierno uruguayo, Quijote luchador contra las huestes del tabaco inicia la comercialización de cannabis sicoactivo para usos no médicos. Apenas conmemorada la Jura de la Constitución, el 19 de julio, en buena parte del país, incluyendo claro está a la Heroica, comenzó la venta de marihuana, tres años y medio después de aprobada la ley que estableció la regulación y control del cannabis.
Al final del año, a los tumbos, la comercialización se mantiene, pero con la mayoría de las farmacias retiradas del sistema, después de una advertencia de ser sancionados por el sistema financiero por vender una droga ilícita a nivel internacional, aunque legal en el paisito. Vaya dicotomía existencial. El vil dinero contra la libertad de disfrutar de la “yerba del rey” como la denomina el reggaetonero español Morodo.
A nivel departamental la clase política se entretuvo con la Zona Azul (canonizada como demonizada) mientras unos cuantos comerciantes del centro se declaraban como especie en extinción.
Pero más allá de los dolores que algún machucón recuerda, más allá de los sueños que siguen sin cumplirse, más allá de las frustraciones que deja el año que se despide, “no cedamos al miedo ni al chantaje, ni dejemos de amar a quien nos ama”, como sostiene el poema de Francisco Castaño y renovemos la esperanza. Que nunca debe perderse. Porque es claro y evidente que en la construcción del año que está a punto de comenzar no solamente actúan las tarifas públicas, el aumento de precios, las dificultades laborales, las bravuconadas de los líderes mundiales que piensan que son los dueños del planeta.
Pues no, también estamos nosotros, desde nuestro lugar como individuos que actuamos e intervenimos en nuestras vidas en primer lugar y en nuestra comunidad también. Y no se trata solamente de demandar a los gobernantes, lo que bien está, sino imponernos la obligación de dar lo mejor de nuestra parte, porque la sociedad se transforma no por decretos sino por acciones. Y todos podemos actuar, con nuestras manos, con nuestra inteligencia, con nuestro corazón.
Necesitamos metas tanto como puntos de partida. Pues, la meta bien puede ser dar lo mejor para lograr transformar nuestras vidas y con eso impulsar cambios en nuestra comunidad. Y el punto de partida es ahora, dentro de pocas horas, cuando comience 2018. Quizás no sea cierto eso tan drástico de Año Nuevo Vida Nueva, pero bien podemos seriamente comprometernos a ser mejores, a trabajar al límite de nuestra capacidad, a darlo todo para así poder reclamar lo mismo del primero al último de quienes tienen responsabilidades de gobierno.
Llegará la medianoche y la ocasión impondrá un brindis. Que sea en paz, con amor y felicidad. Que comprendamos que no somos ni seremos mejores porque somos de “este” partido político o de “aquel”; que las naciones que crecieron y se hicieron fuertes lo hicieron a partir de las coincidencias. Pongamos la fe en que encontraremos más coincidencias que “la celeste”, aunque a todos nos haría felices un buen desempeño en Rusia 2018. Que pensemos como nación, no como “lo mejor de”, porque dividir solo es negocio de pocos. Y vaya si les va bien.
Brindemos. Porque dejen de desaparecer empresas e industrias, porque PILI pueda encontrar el camino de la recuperación financiera y siga siendo ese orgullo tan particularmente sanducero.
Brindemos. Por la esperanza. Por los que tienen y porque los que no tienen. Por los que tienen tan poco que ni siquiera podrán brindar. Brindemos. Por usted, por nosotros, por este país y este mundo siempre al borde de ser estallado por los locos relocos. Brindemos por eso que nos une sin discusión, por la vida. Por un año más, que no es poco. Porque en 365 días estemos de nuevo escribiendo y leyendo de las cosas que pasaron, las que debieron pasar, las que tristemente pasaron y renovando la esperanza. Brindemos ¡Feliz 2018!