Uruguay y los caminos de la integración económica

En los últimos días el Banco Mundial ha publicado un informe titulado “Mejores vecinos: Hacia una renovación de la integración económica en América Latina” el cual se refiere a las deficiencias que presenta esa región a la hora de instrumentar y ejecutar políticas integracionistas efectivas y sostenibles. Como forma de aportar soluciones a esa problemática, el documento plantea como necesidad renovar en forma exhaustiva el esquema de regionalismos abierto al cual han apostado muchos países latinoamericanos. Para los investigadores del Banco Mundial, es necesario fortalecer los esquemas de integración regionales para posicionarse mejor en los mercados globales, ya que “no se puede conseguir una integración global que impulse el crecimiento sin construir un vecindario más fuerte”. En ese sentido, el organismo internacional destaca que luego del impulso en el crecimiento registrado durante la primera década del siglo XXI, “esta última fase de prosperidad se ha desvanecido y, con unas pocas excepciones en América Central y el Caribe, los países de la región se enfrentan de nuevo a una realidad caracterizada por el crecimiento bajo”.
Ese nuevo escenario hace necesario que los países latinoamericanos revisen sus esquemas de integración en forma cuidadosa y profunda, buscando nuevos caminos que le permitan crecer en forma sostenida y sustentable. La realidad muestra que las opciones van más allá de las sugeridas por el Banco Mundial, por lo que el centro de ese desafío será definir si se tratará de un esquema de integración regional (conjuntamente con el Mercosur o con otras asociaciones de países), de una perspectiva individual como país o de una combinación pragmática de ellas. No podemos olvidar que tanto Brasil como Argentina han padecido diferentes crisis económicas y políticas que de una u otra manera han afectado a Uruguay. Incluso en varias ocasiones ambos países han dificultado el ingreso de productos uruguayos, ya sea a través de trabas arancelarias o marcos reguladores, tal como ha sucedido en el pasado con las exportaciones de bicicletas hacia Argentina o de productos lácteos hacia Brasil. Así las cosas, el Mercosur se ha transformado para Uruguay en una “jaula de oro” desde el punto de vista del comercio internacional, lo que tiene graves consecuencias en nuestras exportaciones.
Una de las alternativas mencionadas (integración regional) conlleva otros desafíos que se resumen en una respuesta clave: ¿debemos concentrar nuestra actividad comercial en el Mercosur o debemos aliarnos con otros países para buscar nuevos mercados para nuestras exportaciones? En declaraciones al diario El Observador el especialista uruguayo en negocios internaciones Nicolás Albertoni, refiriéndose a las exportaciones uruguayas dijo que “no es complejo que el 20% de los productos vayan a Brasil, pero sí que el 50% del total de las exportaciones se haga sin preferencias comerciales”, situación que nos coloca en una clara desventaja respecto a nuestros competidores, quienes ingresan a esos mercados con productos más baratos como consecuencia de los tratados comerciales que han firmado oportunamente. En aras de lograr esa inserción internacional tantas veces proclamada pero que no logra concretarse, Albertoni destaca la importancia de seguir adelante con el acercamiento con la Alianza del Pacífico e incluso hace mención a una opción innovadora: la unión de países más pequeños como Costa Rica, Chile, Uruguay y Paraguay para negociar acuerdos conjuntos. En ese marco, Australia y Nueva Zelanda representan un ejemplo de integración inteligente. Ambos países han firmado Tratados de Libre Comercio (TLC) con la República Popular de China, lo que les ha permitido aumentar sus exportaciones de leche en polvo a ese país. Uruguay, en cambio, asiste impotente al cierre de empresas lácteas y a la pérdida de miles de puestos de trabajo, una situación con graves consecuencias económicas y sociales.
Más allá de los esquemas mencionados (Mercosur, nuevos acuerdos comerciales con otros países o acuerdos bilaterales celebrados con un país determinado) lo cierto es que Uruguay debe abrir cuanto antes un debate serio y ordenado sobre su política de inserción internacional, dejando de lado las visiones maniqueístas que durante décadas han impedido cualquier avance en la materia. Un caso paradigmático en esa materia está referido a las negociaciones para firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con la República Popular de China, destino del 25% de las exportaciones uruguayas y actor fundamental en el comercio global de bienes y servicios. En este caso, como en tantos otros, los esfuerzos del Ministro de Relaciones Exteriores, Rodolfo Nin Nova, han resultado estériles debido a la fuerte oposición desplegada tanto por el Pit Cnt como por algunos sectores del propio Frente Amplio.
Mientras Uruguay permanece cerrado al mundo y preso la voluntad de los socios mayoritarios del Mercosur, Chile cosecha los frutos de una política de apertura internacional que se traduce en la firma de 26 acuerdos comerciales con países o regiones tan dispares como por ejemplo Australia, Bolivia, Canadá, China, Corea del Sur, Cuba, Estados Unidos, India, Japón, Malasia, la Unión Europea, Vietnam o la Alianza del Pacífico, entre otras. La política de estado desplegada por Chile en esta materia deja en claro que sus autoridades no tienen orejeras a la hora de exportar, como tampoco las tenía el expresidente Luis Batlle Berres, impulsor comprometido del industrialismo sanducero, cuando la prensa estadounidense le preguntó qué pensaba venderle a China. La respuesta del mandatario uruguayo fue terminante y se desmarcó por completo de la política de Guerra Fría que Estados Unidos mantenía en ese momento: “Todo, menos el alma”.
Los uruguayos seguimos durmiendo la siesta en el andén de la estación ferroviaria mientras los trenes de los acuerdos comerciales siguen pasando sin detenerse.
La situación es realmente grave: sin acuerdos comerciales no habrá preferencias arancelarias para que nuestros productos ingresen a mercados internacionales con precios menores y si ello no sucede, tampoco se producirá un aumento de las exportaciones uruguayas. A su vez, sin un crecimiento en las exportaciones que generen valor agregado, miles de trabajadores uruguayos (muchos de ellos sanduceros) seguirán esperando por una salida a situaciones de desempleo o subempleo que vienen sufriendo desde hace años. Los responsables de una situación social tan delicada son los mismos que impiden que el país firme nuevos acuerdos comerciales, pero ya va siendo hora que lo asuman ante los miles de desempleados que todos los días salen de sus hogares a buscar trabajo.