Para ponernos a salvo de estos avatares

 

El episodio de la nueva traba de Brasil a productos importados desde Uruguay en el Mercosur, en este caso de leche, como antes fueran el arroz y otras mercaderías de relación favorable de precios y calidad para nuestro país en la comparación bilateral, tiene consecuencias no solo negativas para nuestro país, para nuestros productores, sino que a la vez tienden a desdibujar aún más la imagen del bloque regional en el mundo, sobre todo cuando sigue en proceso la negociación de un tratado con la Unión Europea.
Los últimos acontecimientos relacionados con este diferendo indican que tras el anuncio brasileño de impedir el ingreso de leche uruguaya, el gobierno analiza recurrir a ámbitos de solución de controversias en el Mercosur y en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El origen del entredicho en esta oportunidad parte del ministro de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento de Brasil, Blairo Maggi, quien expresó que hasta que se demuestre que para la producción uruguaya de leche no se utiliza materia prima importada, el ingreso de esos bienes industriales permanecería suspendido.
Como consecuencia, en la mañana del miércoles se trancó el ingreso a Brasil de camiones que trasladaban leche desde Uruguay, en exportaciones cuyas licencias se tramitaron mucho antes de la decisión que anunció Maggi, según informaron en conferencia de prensa Tabaré Aguerre, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, y Rodolfo Nin Novoa, ministro de Relaciones Exteriores.
En respuesta, durante varias horas Uruguay aplicó una medida “espejo” que impidió el ingreso en los pasos de frontera de camiones con mercadería brasileña, al tiempo que se decidió revisar la agenda comercial entre ambos países. La medida frenó a 60 o 70 camiones, y recién quedó sin efecto al cabo de unas horas porque Brasil desistió de su actitud inicial y uno de los camiones que llevaba quesos hacia ese destino pudo ingresar. Sin dudas, si hay un país al que no le conviene este tipo de represalias comerciales es Uruguay, por el tamaño de su economía, porque siempre debe apegarse a derecho y porque estar en esta tesitura es como ponerse a jugar a los arañazos con un tigre: siempre vamos a perder.
Puede servir como mensaje en algunos círculos y para satisfacer algún orgullo interno, pero Uruguay debe mirar mucho más allá, porque este episodio no es una novedad en sí sino una consecuencia de nuestras vulnerabilidades y política comercial ceñida a visiones ideológicas y ataduras a grupos radicales de la coalición de izquierdas, que han priorizado el Mercosur por sobre una necesaria apertura al mundo.
Se dejó en claro igualmente que se establecieron los contactos diplomáticos con el gobierno norteño para intentar que se revea esa decisión. Aguerre informó que “más allá de confiar en las gestiones que se están realizando al más alto nivel”, se convocó al gabinete de competitividad, en cuyo ámbito se decidió “analizar toda la agenda comercial” del país con Brasil.
Ello indica que además del sector lácteo, se relevará el intercambio comercial en “lo agropecuario y lo no agropecuario”, e incluso, para no ser menos que lo que se denuncia en Brasil, en otro momento de la conferencia el ministro mencionó que se preguntó a sí mismo si las bananas que ingresan desde Brasil son brasileñas.
Y si bien Nin Novoa destacó que en el gobierno hay una “gran preocupación” y se trabaja “seria e intensamente” para construir una solución e incluso el canciller mantuvo un intercambio con su par brasileño, quien le aseguró que iba a trabajar profundamente para mantener “las excelentes relaciones” que hay entre los dos países y que no iba a permitir distorsiones en el relacionamiento, no es menos cierto que hay una larga historia de desencuentros desde el punto de vista comercial entre ambos países, antes y después de la vigencia del Mercosur.
Ello ha ocurrido tanto durante la gestión del gobierno “amigo” de Dilma Rousseff –que no movió un dedo cuando la administración de los Kirchner en Argentina trancó los puentes durante el diferendo mantenido por activistas seudoambientalistas– como en este gobierno de Temer, por lo que no se trata de políticas específicas cargadas de ideología sino de escenarios internos, grupos empresariales, sindicales y corporaciones que presionan al gobierno de turno y que tratan de obtener ventajas. Asimismo, en esta oportunidad, el gobierno brasileño dice que tiene sospechas de que en Uruguay se triangula leche desde el exterior para venderle a Brasil, y aduce que nuestro país debe demostrar que no lo hace, cuando en el derecho comparado es evidente que quien acusa es el que tiene que demostrar que eso es así, y no al revés. Nin Novoa respondió a este planteo que Uruguay le vende a Brasil 100 mil toneladas de leche, tanto entera como descremada por año, mientras que importa 300 toneladas para la fabricación de helados y para la industria dulcera.
Pero de lo que se trata al fin de cuentas es que deben llevar adelante por nuestro país y en este caso el gobierno del Frente Amplio, políticas comerciales que tiendan a ponernos por encima de estos avatares, lo que es imposible de lograr en un cien por ciento, pero sí permite minimizar los golpes inherentes a los problemas en mercados complicados, como los de Brasil y Argentina.
Para ello es fundamental la apertura al mundo, suscribir acuerdos comerciales entre bloques o con países que permitan tratamiento preferencial y concesiones recíprocas, y ello es clave cuando competidores de nuestros productos han avanzado en estos acuerdos con naciones de grandes economías, mientras Uruguay sigue atado a que un día el Mercosur pueda suscribir un tratado de preferencias arancelarias con la Unión Europea.
Ello es particularmente importante en el caso de los lácteos, donde hay problemas de competitividad por los elevados costos internos y porque han descendido los precios internacionales, mientras los competidores tienen precios preferenciales por exoneración o reducción de aranceles, de lo que no goza Uruguay.
Por un tema de costos de transporte, Brasil es el mercado más accesible para la producción uruguaya y sobre todo en los lácteos, pero además es el único país comprador importante con el que Uruguay tiene algún acuerdo de preferencia comercial y es casi imposible salir ahora a buscar donde colocar el producto, sin tener que competir de manera desventajosa con otros países que sí tienen preferencias arancelarias.
El escenario se da de la misma forma para muchos de nuestros productos, lo que reafirma, por si hacía falta, que debe dejarse de una buena vez de lado la visión ideológica que promueven varios sectores dentro del gobierno, incluso el Pit Cnt, que sigue rechazando cualquier acuerdo comercial y arrastra con ello al gobierno.
Particularmente, dejar de lado de una buena vez el delirante eslogan de “más y mejor Mercosur” para asumir y actuar en consonancia con los tiempos, en una apertura comercial que nos saque del corsé regional y de ser una y otra vez rehén del talante y compromisos internos de nuestros dos grandes vecinos.