Un largo camino por la cornisa

Es un dato positivo que la industria arrocera lleve colocado el 70% de las 1,4 millones de toneladas del cereal que se cosechó en la zafra 2016/17, un volumen considerado bastante alto para esta época del año y a valores promedio incluso un poco mejores frente al año pasado, en tanto todo indica que se podrá llegar al cierre de la zafra sin saldos exportables.
El presidente de la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA), Alfredo Lago, indicó a El País que “los molinos argumentan que la macroeconomía y los costos se están comiendo parte de ese mayor valor promedio por tonelada exportada”, y evaluó que hay dos motivos para que eso suceda: “tenemos una inflación en pesos y una tasa de cambio que si la comparo con igual período del año pasado es un poquito menor” y porque “la composición de salidas al exterior es, básicamente, por el puerto de Montevideo y en contenedores”.
El año pasado se vendió buen tonelaje de arroz por frontera a Brasil, pero en lo que va del año, en ese mercado, solo se ha colocado un 10%. Lago explicó que “eso hace que el costo de comercialización sea mayor frente al año pasado y de alguna manera se come este beneficio de mejor valor de exportación”.
Por otro lado el endeudamiento del sector arrocero está haciendo que se empiece “a resentir” la capacidad financiera de los productores” y hará que utilicen “la menor cantidad posible de recursos. Estamos en un camino donde la productividad, inclusive, puede estar amenazada, porque si tengo los recursos contados es posible que el productor no use el cien por ciento del paquete tecnológico. La caída de 10% ya está determinada”, explicó el presidente de la ACA.
Evaluó que “los costos son altos porque hay incrementos salariales en pesos”. Por otro lado, “hay muchos insumos que han tenido pequeños ajustes. Es el caso del glifosato que subió casi 25% en los últimos meses. El escenario es de un costo sensiblemente superior en dólares que el año pasado y el horizonte que ve el productor es cada vez más desalentador”, aseguró Lago.
La referencia de los productores arroceros al desfasaje entre el incremento en los costos de producción y lo que efectivamente se logra por la comercialización tiene impacto directo en la rentabilidad, como en todo sector de actividad, pero adquiere particular importancia si tenemos en cuenta que es un proceso que lleva ya muchos años y que ha sido determinante para que por ejemplo hayan desaparecidos cientos de productores lecheros y en otras áreas haya serios problemas incluso para sostenerse.
Este escenario tiene todo que ver con los elementos expuestos por dirigentes ruralistas en la reciente Expo Prado 2017, y en este contexto, el presidente de la Asociación Rural del Uruguay (ACU), Ricardo Zerbino, parafraseando al expresidente José Mujica cuando asumió el gobierno en 2010, dijo que en lo que debía trabajar el país era en “educación, educación y educación”, al hablar en su discurso de cierre de la exposición, y reclamar “competitividad, competitividad y competitividad”, lo cual fue recibido por intensos aplausos por los asistentes al acto.
Precisamente Zerbino hizo punto central en su alocución en los problemas de competitividad del sector agroexportador, apuntando entre otros aspectos al atraso cambiario y los altos costos internos. Señaló que en la coyuntura favorable de la última década se llevaron adelante políticas sociales “necesarias”, pero que esa bonanza se acabó y “deshacer esas políticas se hace muy difícil”, por cuanto se han incorporado costos fijos a los que debe hacerse frente cualquiera sea el contexto de la economía.
El dirigente ruralista expuso en este sentido que “cayeron los precios y nos quedamos con los altos costos, lo que explica los magros resultados económicos” del sector productivo.
Para el presidente de la ARU “por el camino que vamos el sector se sigue complicando”. Aseguró que “el agro no es el problema y, si lo dejan, puede ser gran parte de la solución”.
Mencionó como elementos negativos de las políticas que se llevan adelante por el gobierno que se dejó “pasar oportunidades” de tratados comerciales extrarregionales que en cambio sí son aprovechados por los competidores.
Y hay un punto álgido en lo que refiere a competitividad que es soslayado a menudo en las exposiciones de los economistas, políticos y actores del sector de actividad que sea, y es el hecho de que sigue el atraso cambiario, en perjuicio de los productores que trabajan para la exportación y que son pieza fundamental en un país altamente dependiente de lo que vende al exterior.
El punto es que mientras aumentan los costos internos tanto en pesos como en dólares, se sigue usando el tipo de cambio como un ancla para mantener controlada la inflación. Según Zerbino, de acuerdo a numerosos estudios, el tipo de cambio “está desviado en por lo menos 25%”, por lo que “hoy, Uruguay está caro en dólares. Pareciera que convivir con el atraso cambiario está en el ADN de los uruguayos”, fue otro de los conceptos vertidos por del presidente de la ARU.
Al atraso cambiario se le suma el aumento de la presión fiscal y tributaria, a pesar de lo cual “el déficit fiscal sigue en 3,5%”. Reclamó que las tarifas públicas, así como el precio del combustible, “no se usen con fines recaudatorios” y dijo que el gobierno debería preocuparse más por “mejorar la eficiencia del gasto público que por aumentar impuestos”.
Bueno, estos tópicos manejados por el dirigente ruralista no son compartimientos estancos en sí, sino que es indudable que todo tiene que ver con todo, y que devaluar para adecuar el tipo de cambio tendría un efecto traumático inicial que tendría un impacto social y económico muy negativo, como hemos sufrido los uruguayos ya demasiadas veces, y que traería aparejado otros desequilibrios que pagaríamos muy caro.
La única alternativa es bajar los costos internos, factor que es un imperativo para sostener la producción nacional –ni que decir cuando hablamos de valor agregado, ante el elevado costo salarial en dólares–, y estamos hablando sin vueltas del denominado costo país, que se traduce en pérdida de competitividad en los mercados internacionales.
Y como bien decía Zerbino, se conjugan atraso cambiario, elevada presión fiscal y tributaria, altos costos de la energía y demanda incesante de dinero por el Estado para financiar su funcionamiento y gastos desproporcionados. Surge claramente que la alternativa a medidas traumáticas es atacar el gasto estatal mediante austeridad y eficiencia del gasto.
Y ello es lo que no se ha querido hacer hasta ahora, lamentablemente, porque se sigue transitando por el camino de “irla llevando” para no pagar costos políticos. Pero no se pueden hacer kilómetros y kilómetros caminando por la cornisa, porque quiérase o no, algún día un paso en falso, un simple cambio de viento, nos va a hacer precipitar al vacío, con consecuencias imprevisibles.