No fue “una sorpresa”

El lunes, tras finalizar el Consejo de Ministros, el Presidente de la República Tabaré Vázquez no le habló a todo el país, sino únicamente a su fuerza política y en su discurso de barricada mezcló los tantos a sabiendas de lo que hacía.
Más allá de las obviedades de los términos utilizados durante su alocución en referencia a la madurez de la institucionalidad democrática, la separación de poderes y el apego a la Constitución y la ley, nos preparábamos para otro momento en la historia del país, como era la confirmación de la renuncia del vicepresidente Raúl Sendic, y poca cosa más.
Sin embargo, no pudo con su genio. El mandatario utilizó los consabidos términos camorreros y confrontativos para revictimizar a quien ya estaba instalado en los titulares de la prensa mundial desde el sábado anterior. Y verdaderamente, no era necesario, al menos en ese momento.
Vázquez se preocupó en aclarar –y lo hizo en reiteradas ocasiones– que no le iba a pedir la renuncia a Sendic, y citó unos encuentros previos, incluso en presencia del presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, como prueba de su palabra, para salir al cruce de versiones de prensa que daban cuenta de otra realidad hacia la interna partidaria.
Es que no corresponde que el presidente le solicite la renuncia al vice, porque fue electo por voto popular y proclamado ante el organismo correspondiente, o sea, la Corte Electoral. Sin embargo, alcanzará con hacer un poco de memoria para recordar los días previos y el hostigamiento sufrido por Sendic, desde filas frenteamplistas.
A la salida de un homenaje al exdirector periodístico de Búsqueda, Claudio Paolillo, Vázquez se mostró de acuerdo con la declaración emitida por la Vertiente Artiguista, el martes 25 de julio, donde señalaba que el Frente Amplio deberá tomar “las decisiones que corresponden” en casos de conductas inapropiadas “por dolorosas que puedan ser”. Sobre estas líneas, el mandatario respondió: “Sin lugar a dudas (estoy de acuerdo). La función pública exige el máximo de ética a cada uno de quienes la tenemos que desempeñar”. En este sentido, dijo que si el fallo del Tribunal de ética del FA es adverso, es el propio Sendic quien “deberá evaluar” la renuncia.
Y, consultado sobre si aceptaría la dimisión de su vice, respondió: “Yo creo que cuando se presenta una renuncia, se presenta una renuncia”. Esas palabras fueron contundentes y totalmente opuestas a lo dicho el 4 de julio: “Si la gente no sabe lo que es bullying, que vean lo que están haciendo con Sendic”. No solamente le soltaba la mano a su vice, sino que era un duro mensaje que le enviaba a través de los medios de comunicación, como siempre elegidos por las últimas administraciones para dirimir sus diferencias, aunque después le atribuyan la responsabilidad de sus fracasos.
Casi en paralelo, el Partido Demócrata Cristiano emitía un fuerte comunicado en el que traslada a Sendic, sin nombrarlo, la responsabilidad de dar un paso al costado: “Cuando las prácticas y errores de los gobernantes pasan determinados límites que quiebran la credibilidad y la confianza pública, hay que tomar decisiones”, afirmaba la nota. “En ocasiones la decisión es solo personal” y añadía que “no importa el lugar” que se ocupe, “no hay crisis más importantes que la pérdida de confianza de la ciudadanía”. A esto se suman las declaraciones del líder del sector Banderas de Líber, y director de Aduanas, Enrique Canon, quien señaló en una entrevista con Radio Carve que “Sendic se ha sepultado a sí mismo”, o el diputado Darío Pérez de Liga Federal, quien reclamaba directamente su renuncia. O sea, más claro, imposible.
Entonces, no solamente no tomó por sorpresa la renuncia de Sendic, sino que era largamente esperada y con bastante ansiedad por una interna caldeada, porque Sendic contaba con pocos apoyos que provenían del MPP, el Partido Comunista, Casa Grande y, obviamente, la Lista 711. Sin embargo, en Torre Ejecutiva, el mandatario porfiaba con un escenario que no se configuró en la fuerza política porque hasta el día de hoy está en capilla hasta el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, y negarlo sería un nuevo acto de inmadurez política a la que ya nos tienen acostumbrados.
Vázquez repitió, también deliberadamente, que “Sendic ha cumplido a cabalidad, con seriedad y responsabilidad la función que le dio el pueblo uruguayo al elegirlo como vicepresidente” y destacó que “trabajó con honestidad, capacidad, compromiso hacia la gente y con el programa de gobierno” del Frente Amplio. No es menos importante su reconocimiento a “la valentía, el compromiso y la responsabilidad”, al presentar su dimisión ante el plenario frenteamplista, un hecho que el mandatario no enmarcó en una campaña de hostigamiento interno y presiones insoportables. Así como tampoco, a las investigaciones en la justicia por el mal manejo de los dineros públicos y pésimas gestiones al frente de un organismo monopólico, capitalizado con 800 millones de dólares que salieron de los bolsillos de todos, y que aún continuamos su capitalización con el pago del combustible más caro en el promedio latinoamericano.
Y tampoco se refirió a la obligación que tiene cualquier gobernante de cumplir “a cabalidad, con seriedad y responsabilidad” la función de Estado, no solo porque manejan dineros públicos sino porque es su trabajo y para eso, el vicepresidente cobraba unos $300.000. Entonces, el discurso de Vázquez fue para los dolidos por esta crónica anunciada desde hace meses que, simplemente, se prolongó en el tiempo hasta decantar de una forma inesperada porque nadie esperaba que un sospechado de malversación de fondos públicos, terminara su discurso con acusaciones hacia sus propios “compañeros”, incluido el Tribunal de Conducta Política, que no resuelve sanciones.
Y porque Sendic renunció por acuerdo para no resultar penado por su propia fuerza política que horas antes estudiaba la posibilidad de su inhabilitación a candidaturas en 2019, por tanto, puede ser candidato. De hecho, su sector aguarda nuevas reuniones para definir su futuro político.
Ya se ha transformado en una costumbre malsana que los discursos presidenciales o de los referentes políticos no estén a la altura de la circunstancia, ni siquiera ante la histórica renuncia de un vicepresidente de la República, sospechado por actos de corrupción. Y eso, de por sí, es una falta de “códigos” de la peor estirpe.