Una errada amenaza

El gobierno norcoreano amenazó con un plan para lanzar misiles frente a las aguas de Guam, una isla estadounidense en el océano Pacífico donde el Pentágono posee una importante base militar. La respuesta de Donald Trump, por ahora retórica, ha sido tajante y prometió “fuego e ira” contra Corea del Norte si se atreve a dar ese paso. El presidente de Estados Unidos cree que su campaña por impedir la carrera armamentística del régimen de Kim Jong-un no ha sido lo “suficientemente dura”.
El panorama no puede ser más sombrío. El dictador norcoreano es un elefante en un bazar y de él se podría esperar cualquier cosa, aunque por el momento se mantiene en las diatribas. El miedo igual lo transmite. Por el otro lado, está Trump que, lejos de amedrentar a su enemigo con esas palabras, lo envalentona aún más. Es, precisamente, lo que Kim Jong-un quiere. Al líder de la Corea mala –el sur es completamente otra cosa, allí hay democracia y prosperidad–, que mata de hambre a su población, que reprime, persigue y asesina a los opositores, no le importa nada porque poco tiene para perder.
“Corea del Norte debe estar atenta o estará en problemas como pocos países lo estuvieron antes”, advirtió Trump, en respuesta a la amenaza de Pyongyang de lanzar cuatro misiles contra la isla de Guam a mediados de agosto. El país asiático “debería estar muy, muy nervioso” de solo pensar en atacar a Estados Unidos y sus aliados, “porque les van a pasar cosas que nunca pensaron que pudieran ser posibles”, reiteró el mandatario. Incluso, al ser consultado sobre si consideraría un ataque preventivo contra Corea del Norte para impedir que lance misiles nucleares a Estados Unidos, Trump respondió: “Veremos lo que pasa”.
Pero la incendiara retórica del presidente estadounidense y de algunos miembros de su gabinete parece no concitar unanimidad en la Casa Blanca, según destacó la prensa local. The New York Times se refirió a las “profundas divisiones” que han emergido en su equipo a raíz de sus declaraciones. The Washington Post, en tanto, aludió al “contraste” entre la “amenaza” de Trump a Corea del Norte y los llamados a la “calma” de otros funcionarios de su administración. Los asesores de Trump, asegura el Times, sabían que el mandatario tenía previsto enviar un “duro mensaje” a Corea del Norte, pero no esperaban una amenaza que rivalizara con las “provocaciones apocalípticas” a menudo usadas por Kim Jong-un. Pero la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, salió al paso de los que muchos consideraron como una “erupción presidencial indisciplinada”, asegurando que “el tono y la fuerza del mensaje (de Trump) se discutieron de antemano”, en alusión a su advertencia de responder “con fuego y furia, como el mundo nunca ha visto”, a la amenaza norcoreana.
Dos altos funcionarios de la Casa Blanca citados por el Washington Post aseguraron que el mensaje que Trump entregó el martes por la tarde –sin guión ni aprobación formal de sus principales asesores– fue “inesperado, pero no sorpresivo”. El mandatario, según el diario, discutió con el jefe de gabinete John F. Kelly, un exgeneral, y otros asesores la estrategia para escalar su respuesta y formular un desafío más agresivo y abierto al dictador norcoreano.
Con todo, algunos aliados de Washington, además de asesores de Trump y legisladores estadounidenses, han destacado la “inquietante disonancia y falta de coordinación” en el mensaje de la Casa Blanca, ahonda el Washington Post.
Además, expertos citados por el New York Times han cuestionado la estrategia de Trump. “No creo que haya una sola política en el tema”, dijo Ellen L. Frost, una especialista de Asia de larga data en el East-West Center, una organización de investigación con sede en Honolulu. “Claramente no hay una estrategia coordinada de mensaje”, comentó Evan Medeiros, director gerente del Grupo Eurasia y exasesor de Asia de Barack Obama, quien también cuestionó si la advertencia de Trump, combinada con sanciones, impulsaría a Corea del Norte a volver a la mesa de negociaciones. “Esa es la gran pregunta de estrategia aquí”, planteó.
“A la teatralidad de la dictadura norcoreana, previsible, le responde un presidente estadounidense en un lenguaje parecido y eso ha llevado a la comunidad internacional a clamar por el cese de esta escalada”, aseveró un análisis del diario El País de Madrid. Entre bastidores, un llamado canal secreto de comunicación entre ambos países permanece abierto desde hace meses. “Y bajo los discursos airados, subyace un frente inmediato: Pyongyang acaba de recibir unas duras sanciones económicas de la ONU por su carrera en armamento nuclear que quiere suavizar. Para ello, necesita provocar una necesidad de negociación”, añadió este periódico. Los mercados financieros, lastrados por la crisis, pero sin graves sobresaltos y el tono de los discursos de los líderes internacionales evidencian que nadie cree aún posible que Estados Unidos y Corea del Norte se enzarcen en un conflicto armado, con armas nucleares de por medio. La espiral entre los líderes, sin embargo, no cesa con los días y algunos países han mostrado preocupación. Por este motivo –porque, nunca se sabe– sería saludable bajar la pelota al piso, sopesar lo que se dice –en este sentido, se espera más de Estados Unidos– y enviar señales positivas, tranquilizadoras para un mundo cansado de tanta tensión.