De autofagia y otras actitudes carnívoras

Cada vez que Tabaré Vázquez desea posicionar un asunto en los titulares, impactar y lograr que se hable sobre eso durante días, utiliza términos impopulares o que deban explicar su variado alcance. Así, hizo referencia a una “ley holística” para abordar el consumo de alcohol, el “bullying fantástico” que se ejerce sobre la figura de Raúl Sendic o la “autofagia” que reprochó hacia su fuerza política.
En medio del discurso presidencial, ocurrió la denuncia de la conspiración de Atlanta para voltear a los gobiernos de izquierda de América Latina y el argumento cada vez más infantilizado que imputa a la derecha traicionera que estos temas permanezcan sobre la opinión pública.
Desde hace tiempo que el gobierno no puede tapar el sol con un dedo ni defender lo indefendible. Y no puede explicar los resultados de una mala gestión ante un ente monopólico que dio pérdidas en segmentos imposibles de fallar, así como tampoco puede arbitrar sobre el comportamiento de sus referentes ni sus salidas a los medios de comunicación, que han sido utilizados para despacharse contra sus compañeros de ruta y después argumentar que es una campaña encabezada por tal o cual diario de oposición.
Claramente esto no comenzó ahora, sino que lleva años y alcanza con recorrer los archivos de videos, donde Sendic trataba de “fantasmas” a los integrantes del directorio de Pluna, que encabezó Matías Campiani, ante un ministerio de Economía que solicitaba la extensión del crédito de combustible y la suspensión de cobros a esta empresa que había nacido bajo un esquema con fecha de vencimiento cercana, pero que nadie pudo prever el escandaloso resultado. O si, pero la dejaron correr.
Y en medio de tanta “autofagia”, en una extensa entrevista, el ministro Astori nuevamente salió al ruedo con su explicación basada en los “intereses electorales” de quienes se encontraban al frente de las empresas públicas, en un tiro por elevación al modelo de gobierno ejercido por José Mujica, a cuyo amparo crecía la figura de Raúl Sendic.
Ahora, con la Rendición de Cuentas en el ámbito parlamentario, la Lista 711 que pertenece al vicepresidente, redobla su apuesta y critica el diseño económico que ha desarticulado las políticas relativas a la producción familiar, granja y lechería. Cuestiona la “caída importante” de las inversiones públicas y resalta que 2016 “ha sido el año de menor inversión” de todos los gobiernos de la izquierda.
La lista de Sendic tampoco se olvida del manejo de la deuda que “se incrementa para cubrir déficit” y advierte que se cumplió con menos del 25% del compromiso de las obras en la mitad del período del gobierno de Vázquez. En el documento señalan que una menor inversión se refleja en una caída del desempleo y entienden “necesario repensar” los proyectos de Participación Público Privada por su “alto costo de financiamiento”.
Es, sin dudas, lo más parecido a un documento elaborado desde la oposición. Sin embargo, corresponde a una declaración oficialista, en momentos en que el presidente trata de patear para cualquier lado las acusaciones que provienen desde una interna que ya no sabe ni como se lleva. Lo cierto es que ahora el discurso transcurre entre anglicismos, palabras difíciles y situaciones sacadas a la fuerza de su contexto, como para hacer notar que ellos se dedican a la alta política y nunca antes existió el bullying o la desacreditación para voltear a un adversario.
El problema, el gran problema, es que les falta memoria para recordar que los mismos recursos utilizó la izquierda para avanzar y lograr el gobierno, posicionándose como la reserva moral de nuestra sociedad, cuando claramente ya no cumplen con al menos tres principios fundamentales de anticapitalista, antiimperialista y humanista, que sostienen a cualquier izquierda. Al contrario, alcanza con observar lo ocurrido en la región para entender que –es solo un ejemplo, pero hay más– el caso Odebrecht, con el pago de coimas y sobornos a fin de obtener contratos de obras públicas, está por encima de ser de derechas o de izquierdas, sino que se liga directamente con ser corrupto.
Por eso el tema no pasa ni cerca de un título universitario que nunca existió, sino por una cuestión de actitud que hace rato ha tomado el progresismo en la región, marcado por la intolerancia al pensamiento diferente, sin hacer el juego claro de la democracia, con la molestia puesta en la investigación de la justicia a cuestiones que aún se desconoce cuando se resolverán. Es que parece que aquellos que hablan y militan por los derechos son los menos proclives a aceptar que no hay un pensamiento único ni correcto, sino que le corresponde a cada uno desde su saber y entender, motivado por sus circunstancias a decidir por lo que quiere creer.
Vázquez sabe que es la única figura fuerte que hoy tiene la fuerza política en el gobierno, y por eso sale al ruedo cuando le conviene con declaraciones fuertes que atraen la atención. Aunque no debería hacerlo, porque su tarea no es distraer sino gobernar. Por eso, es de pobre análisis y de razonamiento primitivo que un hombre inteligente como Vázquez se preste a estos jueguitos de poder internos que –al menos entre Sendic y Astori– llevan unos veinte años, y se presente una realidad ficticia.
¿O es de reciente descubrimiento que un partido gana por errores del otro que estuvo en el gobierno? De lo contrario, no existiría la oposición como concepto político. Lo que ocurre es el “ombliguismo” y la victimización, la pobreza de los debates y el reduccionismo continuo que lleva todos los discursos a la “derecha que avanza”, cuando claramente un gobierno de izquierda –que se precie como tal– debería tener su enfoque y preocupación en la transparencia, y un vínculo diferente del poder con los ciudadanos.
Por eso, es pertinente que la fuerza política sea más analítica y deje de provocarse dentelladas a sí misma, al igual que algunos referentes de primera línea del gobierno, quienes lo mejor que pueden hacer por el momento es un sano y profundo silencio.