Atacar los problemas donde realmente están

A propósito del reciente envío al Seguro por Desempleo de 140 trabajadores del frigorífico PUL, en Cerro Largo, debido a sus dificultades económicas, han surgido comentarios de diversos ámbitos y del sistema político respecto al origen de la situación. Grupos radicales de izquierda lo atribuyen nuevamente a maniobras de la derecha oligarca y explotadora, “explicación” sencilla para tratar de hacer recaer sobre los otros culpas propias y siempre dejando para sí el protagonismo de ser el héroe y Robin Hood en el escenario.
Quienes tratamos de analizar la realidad desapasionadamente, consideramos que todo pasa por asumir que si bien cada uno defiende sus intereses y nadie regala nada, la fiesta siempre la termina pagando alguien, y no siempre quien la disfruta o se beneficia directamente.
En este caso, precisamente, es pertinente ubicar la problemática de este frigorífico en el contexto de la situación de la industria en el Uruguay, del empresariado en general y de la propia situación socioeconómica del país, porque de lo contrario se corre el riesgo de situarse en una visión muy parcial.
Es decir, no se trata de que un día los directivos de la empresa de marras se levantaron con ganas de dejar sin trabajo o al borde del desempleo a más de un centenar de trabajadores. O que se aburrieron de ganar plata y por eso deciden reducir la producción y por lo tanto, reducen la plantilla de trabajadores que dejan de necesitar. Las empresas buscan rentabilidad, no están para hacer filantropía, como muchas veces sí hace el Estado con el dinero de los otros. Y si los números no dan, se achican. Y si tampoco dan de esa manera, cierran (y se van, llegado el caso, como hizo Ecolat). Y sí, una de las medidas de ajuste son los puestos de trabajo, porque los demás, como insumos, costo de la energía y la sangría del Estado –cuyos recursos nunca alcanzan por dedicarse a hacer, precisamente, filantropía– no son resorte de las empresas. Es más: actualmente ni siquiera los salarios puede reducir el empresario, por lo que la opción que le queda es directamente prescindir de la gente o en el mejor de los casos, tecnificarse para sustituir por una máquina a varios trabajadores, con la ventaja extra que si la cosa no funciona puede apagarla sin mayores dolores de cabeza, y los costos operativos son predecibles a lo largo del tiempo.
Según el presidente de la Sociedad Agropecuaria de Cerro Largo, Martín Uría Shaw, la medida tomada por esta industria se reduce a instrumentar el ajuste económico que sufren quienes están en la actividad privada.
Este es un tema que hemos tratado en más de una oportunidad y los ejemplos y argumentos sobran, por más que algunos no lo quieran.
El frigorífico PUL, perteneciente al grupo brasileño Minerva S.A., es industria emblemática de Cerro Largo y parte indisoluble de la apuesta al desarrollo ganadero de este departamento. Para el presidente de la Sociedad Agropecuaria de Cerro Largo, el hecho de que se haya enviado a 140 trabajadores a seguro de paro se ve con mucha preocupación porque, en definitiva, es “otra empresa que no escapa de la realidad que vive el país y esto se refleja en el comercio, en el movimiento local y en el circulante de dinero en las localidades donde las industrias son pocas”.
Uría Shaw dijo a El País que para la industria no hay ningún problema sindical sino que “simplemente es un tema de números de la empresa y la manera de ajustarlos es por ese lado”. De igual forma, señaló que el frigorífico va a seguir faenando –en un solo turno– alrededor de 350 a 400 reses por día para cumplir con los compromisos.
La realidad es que a todas las empresas del país, a los productores, al sector privado, al ciudadano común, la situación del país les está afectando y el citado frigorífico no puede escapar a esa realidad. De la misma forma que la sufren empresas locales que también están en dificultades, como PILI en Paysandú o Caputto en Salto y Paysandú, a modo de dolorosos ejemplos. Y Uría da en el clavo cuando sostiene que los costos se hacen “cada vez más insoportables y las empresas tienen que tomar este tipo de medidas para poder salvaguardar sus cuentas”.
El presidente de la Agropecuaria de Cerro Largo se preguntó si no es momento para que los sindicatos –que tienen derecho a reclamar las mejoras para sus afiliados– cambien el chip y “empiecen a reclamarle al Estado que baje los costos de funcionamiento para que los sueldos rindan más” y que no reclamen a las empresas porque “ya no lo podemos soportar”.
Respecto a la problemática de la industria frigorífica, el dirigente ruralista expuso que al estar en una etapa de poszafra la oferta disminuye y “los números ya no dan” porque el valor de los salarios ocupa “un número importante en los costos del frigorífico”, en tanto las empresas adecuan su funcionamiento a la oferta de ganado que hay.
No puede menos que compartirse íntegramente la exposición de Uría Shaw respecto a que el ajuste, cuando los números no dan, lo pagan los actores de la actividad privada, las empresas en su rentabilidad, porque no hay quien pueda sostenerse con números en rojo, salvo en el Estado.
La realidad es que el Uruguay es un país caro, no solo para los uruguayos, sino hacia afuera, para los que exportan, para vender nuestros productos en los mercados internacionales y hay empresas exportadoras que se siguen endeudando y no encuentran margen para el repago de sus deudas, para la reinversión, para su funcionamiento y desarrollo, para el pago de la masa salarial, para cumplir con sus obligaciones.
El escenario se repite asimismo para un amplio porcentaje de quienes trabajan para el mercado interno mientras, lejos de participar en la solución, el Estado con su alto costo es parte indisoluble y fundamental del problema.
Y estos problemas no se arreglan apelando a los paros o a cruzarse de brazos, sino a asumir las responsabilidades por todos los actores, empezando por el gobierno, y siguiendo por los sindicatos, por los empresarios, por todos los sectores del tejido socioeconómico, compartiendo deberes y derechos.
La realidad manda. Las empresas se están yendo, cerrando o quebrando. El comercio sufre. Y lo más triste es que una masa muy importante de gente sigue en sus trece culpando al sistema productivo y empresarial en la creencia que de esa forma el trabajador se verá beneficiado, cuando lo que termina sucediendo es todo lo contrario, con mayores despidos, desocupación, menor circulación de dinero en plaza, cero posibilidades de reinserción, estancamiento de la economía –también la familiar— y sueños rotos. Es momento de abrir los ojos y enfrentar los problemas donde realmente están.